Capítulo 1: El Huérfano y la Niña

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Es la mañana de un Lunes cualquiera en una escuela de la ciudad más importante de Usurionte. Un grupo de estudiantes escuchan maravillados la gran historia de unos antiguos héroes que lucharon como humanos para vencer a terribles amenazas y se convirtieron en dioses que cuidaron de las personas hasta que dejaron este mundo y pasaron a un plano espectral.

Los jóvenes la escuchaban asombrados con mucha atención. Sin embargo, desde la ventana, un niño de viejos ropajes reía ante lo que la maestra narraba porque el hablar de magia le sonaba absurdo.

Hace ya 2300 años que nada se sabía de esos Inmortales y nadie podía usar ese elemento mágico del que hablaban. Los niños se burlaban de aquel que ni siquiera podía entrar en una escuela pública como esa pero solo lograban que se enojara y les arrojara barro hasta ser echado por la seguridad del establecimiento.

El joven, irónicamente, vivía en la antigua casa de dichos héroes desde los cinco años cuando la guerra le quitó a sus padres por lo que conocía a la perfección cada historia, cada hazaña e incluso cada nombre grabado en un muro especial.

Cada tarde, después de clases, una niña que salía de la escuela iba a verlo a la casa en la colina desde donde observaban la gran ciudad llamada "Fortaleza" que se elevaba por sobre donde decían había existido un gran castillo.

La niña era la hija del alcalde de Fortaleza, proveniente de una familia acaudalada y con grandes propiedades en las afueras. Su nombre era Talim:

Talim:-dime, ¿por qué insistes en negar la historia de los inmortales?-.

Ignos:-porque ya he leído sobre ellos en esta casa y no puedo creer que seres tan poderosos estén entre nosotros. Si murieron no eran dioses-.

Talim:-eres gracioso, Ignos...tratas de dar una respuesta a todo pero te falta fe-.

Ignos:(riendo)-tengo fe...en que nos has traído algo de comer como siempre-.

La niña se reía pero no pudo evitar preguntar sobre su respuesta:

Talim:-¿por qué dijiste "nos"?-.

Ignos hizo sonar sus dedos y un pequeño gato blanco con un cascabel dorado apareció y se acurrucó en sus piernas:

Ignos:-claro, para Molly y para mí-.

Talim:(sorprendida)-¿Molly?, no es así como se llamaba la mascota de...-.

Ignos:-si, lo sé...pero yo no le puse el nombre. Así se llamaba cuando la encontré-.

Talim:-sabía que no habrías elegido un nombre tan bonito-.

De pronto, en la entrada de la casa, un auto oscuro se detuvo y de él descendió un hombre delgado y calvo que comenzó a llamar a la niña con insistencia pero sin poner un pie dentro de la propiedad:

Ignos:-creo que debes irte-.

Talim:-mañana volveré para jugar con ustedes...hasta entonces cuídale bien-.

Ignos:-lo haré...-.

Talim:(sonriendo)-se lo decía a Molly-.

Ignos:(sarcástico)-muy graciosa-.

Con la partida de la niña, el joven Ignos levantó a Molly en brazos y entró en la envejecida casa de ladrillos rojizos y tejado de color negro con grandes ventanas de cedro de dos metros de alto y cortinas rojas agrietadas.

Durante la noche, al ser el único ocupante, Ignos dormía sobre una mesa frente a una chimenea en un salón que solía usarse como comedor principal, ya que allí no había goteras. Se pasaba horas preguntándose por qué le era tan difícil creer las historias sobre los héroes, y luego se quedaba dormido.

La Villa en la Montaña 2: La Maldición Del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora