Prólogo

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Las lágrimas quemaban en sus mejillas,

rodaban lentamente,

llevándose dolores y memorias,

dejando a su paso nuevas heridas.


El sonido más dulce que en siglos había sido oído,

más delicado que el canto de cualquier sirena,

tan letal como una picadura de amor,

era el inigualable tono de su voz.


Bruja de ojos negros,

con su sonrisa cortaba la respiración del viento,

opacaba los rayos dorados del sol

y  le dejaba quemaduras al fuego naciente en mi corazón.


Le rogué unas últimas palabras,

le imploré una última caricia,

le lloré su primer paso hacia la lejanía,

le grité que me esperara,

prometiendo que tarde o temprano llegaría a ella.


Princesa de cristal,

prométeme que tú estarás ahí cuando te alcance,

que aún me amarás,

así en paz seguiré mi camino.


Mi bruja de ojos grisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora