Capítulo 4.

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Habían pasado unos cuantos días desde cuando Niall me trajo a casa. Ya era viernes, y teníamos planeado hacer noche de chicas en mi casa, y sí, Max también vendría, porque según él, es una más, aunque si se le decimos eso o Clara o yo, nos monta la bronca del siglo, sin exagerar.

Al salir de la universidad me encaminé hacia mi casa, con la esperanza de que aquel chico rubio me volviese ha llevar es su moto, pero como ocurrió los anteriores días, pasó por delante mía sin pararse.

-Que poco caballeroso, rubito.- me dije a mi misma. Me estaba desesperando, no podía perder la apuesta, así que pensé en convencer a mis dos mejores amigos para cambiar de chico. Con una carita de cachorro y un puchero estaba segura de que los convencería. 

Ahora llegaba la gran tortura, andar una hora hasta casa. Llevaba tres días haciendo esta gran caminata, por lo menos me acompañaba mi querida música. Una anciana en silla de ruedas me saco de mi pequeño trance. 

-Si yo tuviese una silla de ruedas sería feliz.-pensé justo cuando la mujer pasaba por mi lado.

-Oye niña, tú que te crees, ¿qué debo ir en una silla de ruedas por gusto?.-dijo alzando su bolso con intención de pegarme. Mierda, lo había dicho en alto.- Yo he sido una mujer trabajadora, seguramente tú ni siquiera te esforzarás en tu vida un cincuenta por ciento de lo que yo he hecho. Tuve que ayudar a los soldados ingleses durante la segunda guerra mundial...-me quedé mirándola algo extrañada por todo lo que me estaba contando solo por una maldita frase que dije en alto por descuido.

-Oiga señora, déjeme hablar a mí un segundo por favor.-dije entrometiéndome en su interesante historia, nótese la ironía. Y por fin, la anciana se calló.- ¿Tiene usted nietos?-pregunté intentando poner buena cara.

-Claro que sí, mi marido fue un héroe de la guerra, él murió por nosotros, por el país.-dijo lo último subiendo el tono. Esta mujer estaba loca.

-A lo que iba, ¿tiene usted nietos o no?-volví ha interrumpirla.

-Sí.-dijo decidida.

-Pues cuéntele estas historias a ellos, y no a cualquier extraño que pase por la calle, hombre.-dije sonriente, por la gracia que me hacia la ancianita.

-Yo era hermosa en aquellos tiempos,-y sigue la tía, joder.-mi larga melena rubia, mis ojos azules y mi perfecto cuerpo atraían a muchos hombres, pero con al único que amé fue a él.-dijo tan bajo que me costó escucharlo.- Ya han pasado varios años desde entonces, 7 en concreto, pero yo lo sigo recordando como el primer día.

-No es por nada pero estamos en el año 2013.-dije obvia.

-A mi no me engañas jovencita, todos os habéis compinchado contra mí, pero que sepáis que no caeré en vuestra broma.- refunfuñó.

-Oh sí, la humanidad está en su contra.-dije poniendo cara de susto y mis manos en mis mejillas.- Bueno me voy, un placer. ¡FELIZ NAVIDAD!.-dije riéndome y diciéndole adiós con la mano. No creía que fuera ha creerse lo de la navidad, porque estábamos a mediados de septiembre.

-¡¿Navidad?!.-preguntó horrorizada.- Y yo sin comprar los regalos, ayúdeme Dios. No podré con esto sola, ya que todos están en mi contra...-no pude oír mas a la mujer, ya que me alejé algo asustada. De vez en cuando miraba hacia atrás, lo último que deseaba era que la loca me siguiese. Ahora que ando hablando de locos, en estos momentos si que pensaba que me habían traído a un pueblo de gente que no se encontraba bien mentalmente. 

Al fin llegué a casa. Eran las cinco y media, y Max y Clara llegarían sobre las siete. La casa estaba en orden, no necesitaba hacer nada. Aburrirme. Eso era lo único que podía hacer. Pero tal vez... Me dirigí corriendo a la cocina. 

Prisionera del cuerpo Nerd(Niall Horan Punk & Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora