Capítulo 33
Bellamy
Bellamy descendió por el tronco del árbol y saltó al suelo al llegar abajo. Se sentía tan vacío como
la chamuscada carcasa de la cápsula de transporte. Llevaba horas buscando a Octavia,
inspeccionando el bosque y gritando su nombre hasta quedarse afónico, pero el monte no le ofrecía
respuesta alguna, salvo un silencio para volverse loco.
—Eh —una voz cansada interrumpió sus pensamientos. Bellamy se dio media vuelta y vio a Wells,
que caminaba despacio hacia él. Tenía la cara manchada de hollín y un gran arañazo en el antebrazo
izquierdo—. ¿Has tenido suerte?
Bellamy negó con la cabeza.
—Lo siento —Wells apretó los labios y, durante unos instantes, su mirada se perdió en el infinito
—. Si te sirve de consuelo, no creo que estuviera allí. Hemos inspeccionado el claro a conciencia.
Todo el mundo pudo escapar salvo...
No terminó la frase.
—Ya lo sé —repuso Bellamy con voz queda—. Lo siento mucho, tío. Estoy seguro de que hiciste
lo que pudiste.
Wells adoptó una expresión afligida.
—Ya ni siquiera sé lo que significa eso —Bellamy lo miró sin entender a qué se refería, pero
antes de que pudiera preguntar, Wells esbozó una leve sonrisa—. Octavia aparecerá pronto. No te
preocupes.
Se dio media vuelta y echó a andar con parsimonia hacia el claro, donde unos cuantos chicos y
chicas revolvían las cenizas, buscando cualquier cosa que hubiese sobrevivido al incendio.
A la luz rosada del alba, Bellamy casi podía fingir que lo sucedido a lo largo de las últimas horas
no había sido más que una pesadilla. Las llamas se habían extinguido hacía rato, y aunque gran parte
de la hierba se había quemado, la tierra estaba húmeda. El fuego no había alcanzado los árboles,
cuyas flores se desplegaban hacia la luz, alegremente ajenas —o indiferentes— a la tragedia que se
desarrollaba en el suelo. Así es el dolor, Bellamy lo sabía. Uno no debe esperar que los demás
compartan su sufrimiento. Cada cual carga con el suyo.
Había oído a unos cuantos chicos discutir sobre qué podía haber desencadenado el incendio: o
bien el viento había transportado una chispa de la hoguera que había prendido una tienda, o bien
alguien había hecho una estupidez.
Pero a Bellamy le importaba un cuerno la causa del incendio. Lo único que le preocupaba era
Octavia. ¿Se había perdido al echar a correr para escapar del fuego o había abandonado el
campamento antes de que se declarase el incendio? Y, en este último caso, ¿por qué lo había hecho?
Se incorporó temblando y se cogió al tronco de un árbol para mantener el equilibrio. No podía
descansar, no ahora, sabiendo que, cuantas más horas pasaban, mayor era el peligro que corría