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Cuando eres parte de una banda comienzas a vivir más en una Mini Van que en un techo y una cama. El espacio es un lujo y la única comida disponible es la chatarra procesada o la de puestos callejeros. La vida de un asesino no se diferencia demasiado. Solía tener mucho cuidado con mi cuerpo debido a la poca actividad física y el mucho alcohol y chatarra que ingería, pero ya no bebía, ya ni siquiera recuerdo el sabor de una botella de vodka o whisky, aunque no puedo decir lo mismo del tabaco. Era una especie de ritual el fumar al menos tres cigarrillos antes de cometer un asesinato, me daba la típica calma que los adictos buscan, y no quiero admitirlo por completo, pero tengo una pequeña dependencia a ese sabor carbonoso en mi garganta.

Cuando regresé Jeff no estaba. Me había pasado la tarde caminando sin rumbo, y al dar una pequeña mirada por la escena del crimen vi que ya había sido vaciado por completo, incluidos los policías, solo quedaba una tira de cinta amarilla con la frase "ESCENA DEL CRIMEN" repitiéndose una y otra vez. Antes de acercarme a la casa mire el interior desde la puerta principal, había una silueta dentro de la casa, una sombra que no era capaz de distinguir, el atardecer llenaba la casa de siluetas y las distorsionaba con otras. Y cuando me acerqué lentamente no calculé que la escalera del porche rechinara, lo que sobresaltó a la sombra y huyó.

     No lo perseguí, pero mis piernas se inclinaron en instinto de hacerlo. Podría ser un adolescente sin nada que hacer, un grupo de amigos que por puro morbo o una simple apuesta habían tenido que entrar. La casa era un desastre, sí, si yo hubiera visto esa sala sangrienta cuando era más joven habría vomitado, pero la curiosidad siempre es más atrayente, aún si después te arrepientes de lo que hiciste.

     Pero lentamente me metí en la casa, aun con todo el alboroto causado por los policías y nosotros era un lugar muy limpio y ordenado, la madre era seguro una ama de casa con un esposo exitoso, con un hijo malcriado al que nunca le ha faltado dinero para cumplir sus más mínimos deseos. Lo que me hace recordar aquellos días en los que mis padres tenían que buscar trabajos de medio tiempo para los gastos del hogar, y yo con diferentes uniformes cada mes, un día en una pizzería, otro en una hamburguesería, otro en una tienda de ropa...

     ¿Cómo habrá sido la familia de Jeff? No muy feliz, si es que ahora es un asesino serial que busca volver a la gente como él con una extraña ideología de belleza. Yo sé que no hay algo bien en él, está roto, como un reloj al que se le ha salido un engrane y las manecillas que marcaban su hora se detenido. Jeff The Killer vivía en un espacio donde solo existía la matanza, la belleza y... pues yo.

     Cuando regresé al escondite no muy diferente a muchos otros Jeff tardó una hora o más en llegar después de mí, solamente lo vi entrar mientras afilaba mi nuevo cuchillo, por su puesto, robado de la casa de la familia.

     —¿Encontraste algo? —le pregunté a Jeff, y a pesar de que mi pregunta sonó más como un susurro retumbó en todas las paredes que nos rodeaban.

     No hubo una respuesta. Este se recargó en la pared desnuda, y se deslizó hasta que sus muslos tocaran el suelo. Su cabeza estaba gacha, no miraba nada, tampoco prestaba atención de mis palabras.

     — Jeff... —me atreví a llamarlo otra vez, acercándome a él con cautela ya involuntaria—, ¿qué pasa?

     — Esta ciudad es muy aburrida... —dijo de pronto, por lo que yo solo suspiré y relajé mi cuerpo al ver que no le había molestado mi cercanía. Ya con más confianza me senté a su lado, abracé mis piernas y recargué mi mentón en mis rodillas, mirando en dirección del hundido rostro de Jeff.

     — Entonces vámonos.

     Jeff negó con la cabeza.

     — Sería aún más aburrida si nos vamos —me respondió.

INESTABLE || Jeff The Killer (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora