Treinta y ocho

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Elizabeth

Fruncí el ceño y nuevamente leí la nota. Creí haberle dejado en claro que no quería mas sus notas, no quería que siguiera metiéndose en mi vida.

Miré hacia todos lados y al no ver a nadie cerca sonreí regresando mi vista hacia la nota.

En el fondo había extrañado tanto esas notas que me alegraban. Ese good boy también se había convertido en alguien especial para mi.

Desearía seguir ocultando que desde que dejé de recibir sus notas todo volvió a apagarse dentro de mi, aquellas simples palabras habían logrado hacerme sentir mejor por un tiempo. Habían logrado hacerme sentir viva de nuevo.

Saqué un cuaderno sin tomar importancia de que materia se trataba y arranqué una hoja, apoyé contra el casillero y busqué una pluma hasta encontrar una negra con la cual comencé a escribir.

Cuando por fin terminé de escribir me mantuve en silencio pensando en donde podría dejarla. No sabía quien era el así que tendría que dejarla en el mismo lugar en el que encontré la anterior.

Pegada en mi casillero.

¿Quien diría que un chico al cual ni siquiera conocía se convertiría en la razón de mis sonrisas?

—Elizabeth—me sobre-salte al escuchar esa voz y guardé la nota arrugandola en mi mochila al igual que el cuaderno y la pluma.

—Gusanito—suspiré al ver que era el de quien se trataba.

—¿que hacías?—preguntó confundido mirándome.

Gustavo era mi mejor amigo pero no quería contarle sobre las notas, el pensaría que era algo bobo así que lo mejor era no decir nada.

—nada—me mantuve en silencio por algunos minutos sin mostrar expresión alguna.

El era el único que aguantaba tanto tiempo parado frente a mi después de responderle cortantemente.

—bien—dijo después de un gran silencio—¿vamos por un jugo?

—esta bien—respondí y extendí la mano en señal de que comenzará a caminar para seguirlo y así lo hizo.

Luego de que contemplara que el ni nadie mas veía saqué la hoja que ya se encontraba arrugada y la pegué con un poco de cinta para después seguir a Gustavo.

No me había puesto a pensarlo pero es absurdo, el chico de las notas también se llamaba Gustavo.

¿Cuantos Gustavos habrán en el mundo?

Tal vez debería comenzar a interrogar a todos los chicos con ese nombre que asistieran al instituto hasta dar con el.

Miré hacia atrás observando la nota e hice una mueca.

Pero era mucho más interesante el hecho de no conocerlo, le agregaba misterio y eso era algo que yo amaba.

Hello Bad GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora