Treinta y tres

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Luego de que la joven leyera aquella nota que parecía ser la última por parte de aquel desconocido cerró fuertemente los ojos, volvió a abrirlos después de unos segundos y la dobló cuidadosamente para meterla a la pequeña caja de metal que estaba en su casillero, en esa misma caja en la que tenía guardadas otras notas que el misterioso chico le había enviado.

Gustavo, ese era el nombre de el muchacho que la había hecho sonreír con sus notas, jamas lo mostró por miedo a ser lastimada otra vez pero ya no importaba, el nunca mas le volvería a escribir y eso era lo mejor.

Ella tenía que seguir con su vida como lo había hecho durante los últimos dos años, aparentando ser fría para no mostrar sus sentimientos y así no ser lastimada.

Le resultaba difícil el poder aceptar que esa había sido la última nota, la última sonrisa que se formaría en sus labios gracias a esas cuantas palabras escritas en un pequeño papel.

Cerró el casillero y suspiró lentamente, se guardó el dolor para si misma e intentó tranquilizar los gritos que exigían salir para gritar lo que realmente sentía.

El castaño de ojos marrones caminaba con la mirada perdida hasta ver a su amiga apoyando una mano sobre el casillero.

—Elizabeth—habló y la pelinegra se giró a mirarlo.

La muchacha sonrió a medias, el era el único que sabía la razón de su dolor, había sido el primero en acercarse a ella luego de esos rumores que se extendieron por todo el instituto en su llegada.

—¿que pasa?—preguntó.

Estaba claro que no quería pensar en lo ocurrido, lo mejor era olvidar al chico de las notas, de cualquier forma no lo conocía.

—no lo se, ¿estas bien?—preguntó mostrando preocupación.

Ella era su amiga y no quería verla triste, el daría cualquier cosa por verla feliz aunque el se desgarrara por dentro.

—mejor que nunca—mintió intentando verse sincera mientras que por dentro su corazón se hacía pedazos.

Ya no tendría una nota que la alegrara y eso era lo que se repetía cada segundo dentro de su cabeza.

El muchacho sonrió débilmente al saber que ella estaba mejor que nunca, eso solo podía significar que estaba muy bien.

—¿te pasa algo?—preguntó la muchacha mirándolo, le confundía su triste sonrisa.

—no—negó con la cabeza—es solo que la chica qué me gusta no me quiere cerca de ella.

La pelinegra se acercó a el y lo abrazó fuertemente esperando a que el correspondiera, tardó algunos segundos en hacerlo pero rápidamente bajó los brazos. No podía abrazarla.

—pues es una tonta—susurró cerca de su oído—tu vales mucho y tarde o temprano se dará cuenta de lo que perdió.

El la había animado después de saber toda la verdad, después de enterarse de que su madre la había abandonado y su padre aprovechaba para golpearla y abusar de ella.

Se alejó del muchacho y le regaló  una media sonrisa.

—gracias—susurró apartando la vista de ella.

—de nada, sabes que cuentas conmigo para lo que necesites,—suspiró—me voy a clases gusanito.

"Gusanito." Ese era el apodo que ella le había puesto por su nombre.

—Eliza..—el muchacho sentía que ya no era necesario el que lo siguiera llamando de esa manera.

—esta bien—levantó ambas manos rendida—nos vemos Gustavo.

La muchacha dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el salón de clases.

—adiós bad girl.—susurró cuando finalmente desapareció de su vista.

Hello Bad GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora