Carta Abierta a la Muerte

Querida Muerte,

Muchas personas sienten rencor en contra suya pero le aseguro que este no es ese tipo de carta. Muerte, tu reputación te sobrepasa en todos los aspectos. Todos te conocen y muchos temen la idea de ti, la idea de que todo finaliza. Nos hablan de ti como sufrimiento, dolor, ladrón, el enemigo. Nos han enseñado que el tiempo es tu cómplice, que nunca discriminas y que eres la jueza de todo. Hay incontables historias sobre tus venidas inesperadas, sobre como nos arrebatas sin pensar en las consecuencias. Nuestros ancestros te homenajeaban. Nos cuentan como aldeas, ciudades y generaciones desaparecen entre tus alas. Las personas te desean con malas intenciones. Algunos quieren verte llegar y otros ni desean tu visita. Hay veces en las que me pregunto si te diviertes, si te provoca placer ser odiada por tantos.

Al parecer tu pasión es por nuestros seres queridos. ¿Por qué crees que tantas personas anhelan una vida eterna? Solo el pensamiento de ti les estremece el alma. Siento que nuestra generación está cubierta por ti y suspiran tu nombre. Muchos ni logramos hacer una diferencia cuando te presentas. Nos obsequias dolor, llanto y más que eso un inevitable sentimiento de impotencia. Muerte, ¿cómo vives con el constante recuerdo de aquellos que nos quitas? ¿Cómo nuestras lágrimas aun no te ahogan? ¿Cuál es tu misión? ¿Cuál es tu propósito? Nos sigues como las sombras. Siempre estás presente como si tuvieses miedo de que te olvidemos. Estás carvada en nuestro ser, inscrita en nuestro ADN. Eres la gran segadora, el desconsuelo en nuestras familias... Pero nos conectas. Nos haces entender que somos humanos. Que somos mortales. Nos enseñas que mañana tal vez no estaremos aquí y nuestro tiempo es prestado. Nos obligas a crear memorias y momentos inolvidables para cuando toques nuestras puertas aun vivimos plasmadas en ellas.

Gracias a ti aprecio mis mañanas y atesoro las noches. Gracias a ti observo a la vida con más valor y veo cuan maravillosa es. Gracias a ti tomo de mi tiempo para pensar en los que no están presentes. Para recordar como han impactado mi vida, como me han transformado, como me hacían reír y como lloraba en sus brazos. Con lágrimas en mis ojos entiendo que tu venida era necesaria e inevitable. Te acepto como mi amiga. Te acepto tal cual eres. El día de tu llegada no estaré triste porque no será un adiós sino mas bien un hasta luego. Cuando toques mi puerta no negaré tu llamada. Te tomaré de la mano y te seguiré hacia los atardeceres eternos dejando impresa mi marca en la tierra.

De un adolescente como cualquier otro,

Kenneth Hiram Gutiérrez León