I El despertar

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  ..."Ady...ady...ady...ady...ady..ady...ady"  Esas voces la llamaban, le decían que se detuviera...

   Se encontraba amarrada de manos y pies a una cama, el frío del metal de aquel mueble hacía presencia en todos los poros de su pálida piel visible por el reflejo tenue de la luz de la luna que se escabullía por una ventana reforzada con una rejilla. Intentaba desatarse mas sólo conseguía hacerse daño al rozar con sus ataduras. Cansada de hacer un esfuerzo inútil por deshacerse de sus amarres, decidió investigar visualmente el lugar en donde su cerebro decidió despertarse. Para nada fue sorpresa el hecho de que no lograba ver nada más que el contorno de lo que parecía ser una habitación no muy grande. A su izquierda, la ventana con cortinas bastante demacradas, a su derecha podía distinguir la figura de lo que parecía ser una mesita de noche con máquinas a su alrededor. Agudizando aún más su vista pudo notar la silueta de un par de tijeras encima de la cómoda a su derecha. Estaba pensando en un modo de desatarse, probó con coger las tijeras pero su corto brazo se hallaba amarrado con firmeza, también probó con desatar las cuerdas con sus propias y respectivas manos, problema, sus extremidades se encontraban duramente atadas.
   Se quedó un rato observando el techo intentando recordar con algo de dificultad debido a que venía recién despertando de lo que creía ser un sueño con una jaqueca horrible, no podía quitarse de la cabeza la silueta de ese hombre misterioso, esa sonrisa maquiavélica que le ponía los pelos de punta, esos dientes amarillos y con caries, ahí vagando entre esas personas que le rodeaban antes de dormirse al ver la gran luz, sólo eso recordaba. Han pasado unos veinte o quince minutos y una grandiosa idea se le vino a la cabeza, roer las ataduras hasta que se rompieran. Fue un proceso realmente lento, le dolían un poco los dientes, pero funcionaba. No iba a detenerse por nada en el mundo, debía salir de ahí, quitaba hilo por hilo, deshaciendo lentamente la gruesa cuerda de cáñamo que mantenía prisionera a su mano izquierda, sería lo más inteligente puesto que podría voltearse y tomar las tijeras para intentar cortar las demás ataduras.
   Por fin lo había logrado, el dolor en los dientes era terrible y sumado a la jaqueca era peor. Tenía ansias de libertad, se apresuró a voltearse hacia la cómoda y tomó las tijeras, junto a ellas había algodón y alcohol. ¿Por qué estaba eso ahí? Cada segundo que pensaba, menos sentido tenía el entorno. Cortó con gran dificultad cada una de las ataduras, no dudó en levantarse de la cama pero cayó duramente al frío suelo de cerámica, se encontraba demasiado mareada por lo que procedió a llevarse las manos a la cabeza. En ese instante descubrió un parche enorme que rodeaba su cabeza, no tenía su cabello, ahora comenzó a razonar y posiblemente le abrieron la cabeza...¿Pero quien? ¿Donde estaba? ¿Por qué a ella?... Después de unos instantes de espera, pudo levantarse sin estar tan mareada. Caminó lentamente hacia puerta, sintiendo cada textura que sus pequeños pies tocaban, lentamente giró la perilla y asimismo la abrió. Al salir pudo vislumbrar un escenario escalofriante, vísceras putrefactas por doquier, las paredes celestes de aquel lugar estaban manchadas de sangre, creando símbolos, palabras de amenaza y enormes manchas chorreantes. Habían muy pocos focos encendidos, no se podía ver técnicamente nada, a lo lejos pudo notar que había un elevador marcado como fuera de servicio, de una de las habitaciones salía lo que parecía ser un enfermero con la cabeza de un conejo manchada casi por completo de sangre que chorreaba lentamente de su hocico. Sin detenerse a pensar la situación corrió desenfrenadamente a la dirección opuesta de donde este salía, gracias a esto terminó chocando con unas camillas de hospital que le esperaban en ese largo corredor, llamando la atención del supuesto enfermero. Este soltó un grito infernal, digno de las narraciones del difunto Lovecraft, paralizando y al mismo tiempo activando cada célula muscular de su cuerpo. Sin que esta se diera cuenta, nuevamente se encontraba corriendo hacia el final del pasillo. A duras penas podía mantener el ritmo, ya que el monstruo que la perseguía no parecía tener la intención de dejarla escapar. En ese instante, en el que la quinta luz falló, se comenzó a dar cuenta de que estaba atrapada en una especie de bucle, una carrera en círculos, un pasillo sin salida. Un agudo grito salió de sus cuerdas vocales al sentir algo tocando su hombro, una extraña figura completamente cubierta por una sustancia pegajosa blanquecina traspasando o mas bien saliendo de la pared, aquella figura babeante realizaba movimientos repulsivos, estaba naciendo de la pared, expulsaba por su repugnante boca unos alaridos de dolor que retumbaban en sus oídos al hacer eco en los oscuros y siniestros pasillos, dicha repugnante criatura infernal en uno de sus movimientos logró arañar la cara de la joven Adelaide dejando una herida profunda en su mejilla, vio que el hombre conejo encontró su paradero, por lo que atinó a correr desesperadamente, había encontrado unas escaleras que llevaban a otro piso más abajo, las bajó rápidamente. Eran escaleras bastante largas, al llegar resbaló con un charco de lo que parecía ser vómito, observó el lugar y habían más de esos hombres. Aquel piso estaba cubierto de cadáveres despedazados, personas inocentes...ancianos...niños...algunos de ellos con vómito, era como si hubiesen convulsionado y luego sido devorados por aquellos hombres con cabeza de animal.
   Era un espectáculo terriblemente aterrador, se sentía horrible, el olor a carne podrida, las criaturas, el dolor de cabeza, el cansancio, todo eso la conducía directamente a querer morir...
"Suicidio, suicidio"... susurraba una voz en su cabeza, una voz que se le hacía tan familiar pero a la vez desconocida, esa voz que estaba constantemente molestándola en sus peores momentos. Cuando pensó que su existencia no podría ser peor, uno de los cadáveres de un niño comenzó a arrastrarse hacia ella, tenía mutilados uno de los brazos y las piernas.

Psycho DreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora