Capítulo 1

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Solsticio de verano


Una flecha con plumas rojas surco el cielo azul. Cortando como una daga afilada el aire, soltando un silbido veloz, la punta de acero atravesó una manzana, que yacía en la rama más alta de un árbol. El fruto cayó al suelo, después de sacudirse un poco por el impacto. Una mano delgada y con dedos gráciles la tomaron.

-¡Dispare a la diana!- ordeno la voz rasposa y masculina del capitán de tropas reales. Sus ojos miel, se posaron en los ojos cian brillantes de una joven castaña y delgada, con porte majestuoso.

-Esto es una estupidez- murmuro molesta la chica con arco en mano.

-¡Capitán!- grito un soldado, llamando la atención de ambas personas. Se veía agitado por la carrerilla-¡El rey lo busca!- le informo, dando el saludo militar a su superior.

-Bien- el soldado de alto rango se giró para encarar de nuevo a la joven-Seguiremos con su entrenamiento por la tarde, princesa- indico y se retiraron ambos hombres.

La chica soltó un suspiro largo y miro con detenimiento el fruto rojo. Le iba a dar un mordisco, cuando una flecha salió disparada y le arrebato la manzana de su mano. Los ojos azules cian se abrieron con sorpresa y sus labios emitieron un chillo de espanto.

-¡Te mataré!- grito furiosa dispuesta a golpear a la persona que le había atacado.

-Tranquila hermanita- sonrió un chico castaño con ojos azul zafiro, era más alto que la chica y se parecía mucho a ella. Su porte era carismático y tenía cierto toque de elegancia al hablar.

-¿Dónde has estado toda la mañana?- le pregunto su hermana. Mirando hacia la rama donde su hermano estaba sentado con aire relajado.

-Por ahí- se limitó a contestar el joven y de un salto se encontraba en el suelo.

-Sí padre se entera- canturreo la castaña mirando con burla a su hermano-Te castigará- cogió su arma y comenzó a caminar al palacio.

-No tiene por qué enterarse- la voz del chico era risueña y cantarina-No le dirás ¿no?- le pregunto con una ceja alzada a su hermana.

-¿A cambio de qué?- pregunto curiosa la chica deteniéndose en seco.

-¡Sans! ¡Aalise!- ambos chico voltearon a ver a su hermano mayor, que bajaba la escalinata de piedra. Seguido por un hombre mayor y gordinflón, tenía una sonrisa maliciosa y un bigote canoso-¿Dónde han estado?- les pregunto con una mirada reprobatoria- Padre los ha buscado por todos lados y ustedes andan vagando por los bosques como si fuesen pillos- acuso-¡Respondan!- exigió llegando al lado de ambos chicos.

-Majestad Lyuben- intervino el general Nathair-Mi más humilde opinión es que ambos jóvenes príncipes, solo han cumplido con los deseos de vuestro padre, el rey- dijo con su voz gruesa y fría-No les acuse tanto- pidió jocoso.

-Tenéis razón general- admitió Lyuben, mirando con sus ojos celeste al hombre canoso y gordinflón.

Ambos jóvenes, miraban con desconfianza al general, algo no les gustaba de ese hombre. Su mirada se posó en su hermano mayor, era un joven apuesto, elegante, con porte coqueto y majestuoso. Sus cabellos castaños eran rebeldes y brillaban con el sol. Sus rasgos eran finos, con nariz delicada, pómulos altos y mentón alzando. Sus orbes celestes brillaban y su sonrisa era encantadora. Muchas jóvenes damas y princesas se habían enamorado de él. Su voz era fuerte, masculina pero suave y cálida.

-Sigamos con nuestro paseo majestad- indico el general y se llevó a Lyuben.

-Sigo pensando que no me gusta ese hombre- hablo después de un rato, Sans mirando hacia donde su hermano y el general se habían ido.

Crónicas de Alderamin: Elementales Donde viven las historias. Descúbrelo ahora