III

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Entre atónito, enojado y decepcionado eran las palabras correctas para describir las emociones que imperaban dentro de Tao. No era de extrañar que nuevamente sintiera unas poderosas ganas de ahorcar a Yifan; le parecía inverosímil la manera en que éste se estaba comportando, es decir, claro que últimamente parecía querer competir en las Olimpiadas de cretinos e idiotas pero esta vez Tao estuvo muy seguro de que se llevaría de manera indiscutible la medalla de oro.

Gotas de sudor resbalaban por sus sienes y su frente; estaba agotado y bastante agitado. Sus puños fuertemente apretados, como cada vez que se sentía frustrado y fúrico; nuevamente luchaba por tratar de comprender al mayor pero no llegaba a lograrlo y no podía evitar sentirse igualmente triste por el hecho de que quien solía ser su mejor amigo ahora se comportaba como si quiera arruinarle la existencia, pero sobre todo estaba triste y enojado consigo mismo.

Por un instante se sobresaltó al escuchar un fuerte trueno y es que las tormentas siempre le habían puesto nervioso... Afuera llovía como si no hubiera mañana y era todavía un poco más desalentador recordar que era precisamente Yifan quien solía darle consuelo en esos días de lluvias torrenciales, fuertes relámpagos y ensordecedores truenos. Así, sentado en las gradas del gimnasio de la escuela y en completa soledad, permanecía el ahora castaño muchacho. Realmente estaba agradecido por ello pues se sentía seguro de que si alguien llevaba a dirigirle aunque fuera una sola palabra, se soltaría a llorar porque desde siempre esa era su forma de contrarrestar la tristeza y el enojo. Estaba de más decir que era peor cuando ambas emociones estaban mezcladas.

Desafortunadamente aquello le duraría muy poco pues Zhoumi, su otro gran amigo, no tardó en tomar asiento a su lado; sin embargo y para suerte del menor, ninguno dijo nada durante un largo rato, lo que ayudó a que las ganas de llorar desaparecieran por fin.

Luego de otro par de minutos, el recién llegado consideró que era un buen momento para iniciar la conversación pues el tema era algo que en verdad le desconcertaba, así que juntó sus manos, separándolas luego para posar una sobre el hombro del contrario y finalmente se aclaró la garganta para proceder.

—Lamento lo del partido pero no te desanimes, solo era una práctica —dijo el chico y Zitao le dedicó una fugaz sonrisa; ambos sabían que no era precisamente el tema que Zhoumi quería tratar—. Escucha, todavía no termino de entender qué es lo que está pasando entre ustedes dos pero debo decir que estoy muy preocupado por la forma en la que Tao ha estado portándose últimamente y de mi cabeza no sale que algo tiene que ver el hecho de que ustedes hayan vuelto a hablarse.

Tao escuchó aquellas palabras en completo silencio mientras su pecho subía y bajaba de manera normal, lo que indicaba que su respiración por fin había dejado de ser agitada. Sin darse cuenta, empuñó las manos con más fuerza y es que en verdad se moría por decirle a su amigo lo que ocurría pero le detenía lo que Yifan le había dicho hacía poco y consideraba que era cierto eso de que nadie iba a creerle así que se limitó a largar un prolongado suspiro.

—Yo lo sé, créeme que también estoy sorprendido por todo esto —hablaba en voz baja pero lo suficientemente audible como para que el otro le escuchara—; sin embargo no hay nada que yo pueda decirte... —trató de pensar en una excusa rápida, estaba cansado y quería salir de allí lo más pronto posible, aún si sabía que faltaban treinta minutos para que el padre de Yifan fuera a recogerle—. Yo hablé con él para tratar de arreglar las cosas pero él simplemente no quiere saber más de mi —aquello lo dijo basado en sus propios pensamientos, porque así era como se sentía respecto al mayor.

Ahora fue el turno para Zhoumi de escuchar en silencio y por la expresión de su rostro, Tao supuso que lo que le dijo le había resultado convincente, por fin.

Yo soy tú, tú eres yo Pt 1 (TaoRis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora