Capitulo 20

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Especial número 1 Mateo:
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Estaba realmente sorprendido, el echo de que Elisabeth me hubiera invitado, me había dejado en las nubes.

No podía creer lo que estaba pasando, no podía creerlo desde el momento en que ella me respondió mi nota.

Cada ves que ella me prestaba la tarea el ambiente se llenaba a olor a vainilla.

Elisabeth era muy ordenada y le encantaba estar presentable, aunque sólo fuera a el colegio. Siempre llevaba ese olor a vainilla que tanto le gustaba, incluso perfumaba sus tareas con un pequeño frasco de perfume que siempre llevaba colgado de su mochila.

La conocía demasiado bien, sabía cuando estaba triste, cuando estaba feliz, sorprendida e incluso cuando tenía miedo. No hubiera echo falta que me diga que estaba deprimida para que yo me diera cuenta, para mí era más que obvio.

Desde que llegó me la paso mirándola detalladamente. Mis notas comenzaron a bajar y empece a perder el entusiasmo por estudiar o hacer las tareas. Yo nunca fui malo en el cole, es más, amaba estudiar y hacer mis tareas, pero cuando llegó ella, la primera idea que tuve para que me hable o siquiera se fije en mi, fue pedirle la tarea y no me arrepiento de haberlo echo.

Ahora me encuentro caminando a la casa de Elisabeth. No se porqué no quiere que le ponga ningún apodo, si su nombre tiene más de 5 apodos y no elige ninguno.

Realmente no me importa, amo su nombre...

Elisabeth.

Al llegar a su casa me pare enfrente de la puerta y respire profundo seguido de tocar el timbre. Un hombre alto, musculoso y bien vestido, se apareció.

– ¿A quien buscas? – me pregunto con una vos grave y seca

– A...A... – tragué saliva – A Elisabeth – dije esta ves firme

– No esta – quiso serrar la puerta pero alguien lo detuvo

– No mientas papá, estoy parada al lado tuyo y el es mi amigo – Elisabeth abrió la puerta – Hola Mat, pasa

¡¿Amigo, Mat?! Esto debe ser un sueño.

Me adentre en su casa encontrándome con miles de fotografías de ella y su familia. Ella era pequeña y se veía tan tierna.

Me detuve al ver una foto donde estaba ella y su madre. Me llamo la atención que su madre tenía un ojo verde y otro celeste.

– Que esperas – me dijo divertida – sube

Subimos al piso de arriba donde sólo se encontraba la habitación de Elisabeth. Al entrar ese olor a vainilla inundó mis fosas nasales.  Examine su cuarto. Colores y más colores. Pero mis ojos se detuvieron en una fotografía donde estaba ella y su madre, pero esta ves los ojos de su madre eran celestes, ambos.

Nos sentamos en su cama y yo fui el primero en hablar.

– ¿Para qué querías que viniera, de que quieres hablar?

– ¿Tu querías saber porque estoy deprimida?

– Si

Ella abrió los ojos como platos y suspiro.

– No le contarás a nadie verdad, prometelo – asentí – está bien.

– Espera – la interrumpí – porque me lo cuentas a mi y no a tus amigas, seguro que las conoces más que a mi y puedes confiar en ellas.

– Confió en ti – mis ojos brillaron y sentí que mi corazón se reparó, gracias a ella - créeme

– ¿Y tus amigas? – se quedo callada.

Quería que me lo cuente todo y me hacia eternamente feliz que ella confié en mi, pero no quería que me lo cuente si no estaba preparada.

– En este momento solo estas tu – ya era suficiente, ya nada podría dejarme más feliz que esto

Asentí

– Es difícil, – comenzó – la cosa es, que mi madre y yo éramos muy unidas y nos queríamos mucho. Solíamos pasar fines de semana enteros haciendo manualidades juntas, era como una tradición. Un día mamá no volvió a casa y el día siguiente me entere de que había tenido un accidente. Me la pase días, semanas llorando y rogando que ella esté bien. El día que salió del hospital todo estaba perfecto a excepción de una cosa, su ojo izquierdo ya no era celeste, era verde. Creímos que el ojo había cambiado por el accidente, por eso no nos importó, seguía siendo ella misma. Pero poco después eso cambió, mamá ya no era alegre y se la pasaba en cama tosiendo. Uno de los días del mes de diciembre mamá se sentía realmente mal y la llevamos al hospital más cercano. El mismo día le diagnosticaron canser, pero ya era tarde. Desde qué el ojo de mamá cambió había tenido cáncer y no hicimos nada, debimos habernos dado cuenta, pero no. Los doctores dijeron que ya no había cura, pero podían mantenerla con nosotros unos años más. Hace unos días mamá se rindió y ya no pudo más, ella nos dejó. Y ese es el motivo de todo.

Me quede en shock.

Elisabeth era demasiado fuerte, aún más fuerte que yo, ya no tenía que seguir siendo fuerte, se merece un descanso.

Pude ver cómo sus ojos se tornaban llorosos y su mirada se fijaba en el suelo y luego chocaron con los míos. Ella estaba inmóvil y en la habitación reinaba el silencio hasta que su boca provocó un suspiro largo y profundo.

– Ya no está – tome su rostro entre mis manos – pero sabes que es lo más gracioso, yo vivo en el mismo mundo que ella

– No llores Lisa – le dije cuando una lágrima se deslizó por su mejillas, pase mi pulgar por su rostro secando la lágrima.

– Solo mamá me decía Lisa – ella ampollo su cabeza en mi hombro.

– Lo siento Lisa, digo... Elisabeth

– Tranquilo puedes decirme así si quieres, ya te considero mi amigo, mi... mejor amigo, – dudo lo último que dijo pero luego me sonrió - Mat

Le sonreí de vuelta cuando su cabeza se apoyo en mi hombro.

Seque otra lágrima... y luego otra y otra.

Llore junto a ella. La historia de su madre me hizo recordar a la historia de mi padre, si yo también tenía una historia que contar.

•••

Shock, normal o nada. Como les izo sentir el capítulo. 🤔😜
Son 1000 palabras, por favor un aplauso. 👏

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