Mi nombre es Uno, así como suena, como el número. Nunca se me han atribuido un nombre, ya que dicen que no lo merezco al no ser como nadie.
Mi padre era un sucesor de Caín y mi madre de Abel. Él al poner la semilla forjó mi interior y ella se ocupó mi apariencia. No quiero marearlos, pero si quiero que entendáis quien soy realmente.
Tengo miles de años, realmente no sé cuántos, he perdido la cuenta, aunque mi apariencia física dejó de cambiar al cumplir los 18. Las leyendas son en parte ciertas, pues lo ocurrido es verdad hasta que llega la parte donde no se sabe nada de mí, patrañas.
Me usaron como experimento, fui el experimento número uno, de ahí mi nombre. Fui concebida siendo fruto del amor, por lo cual poseo algo que los demás no tienen. Soy inmortal y no envejezco. No tengo sentimientos, soy fría y calculadora, sinceramente hay aspectos de mi persona que realmente no sé si los llevo en la sangre o son las consecuencias de lo que sufrido durante toda mi vida.
Me usaron he hicieron de mi lo que quisieron durante cientos de años, intentaron crear otros como yo para crear un ejército y acabar así con la humanidad, lo que realmente no saben, es que no hay ni habrá nunca nadie como yo. Sufrí un sinfín de abusos hasta cumplir el primer milenio cuando decidí escaparme. Me trataron como un monstruo y un monstruo crearon.
Me he ocultado durante otros miles de años pero es hora de salir y reclamar el puesto que me pertenece, sino va a ser por las buenas, será por las malas pero seré yo la que unificaré los sucesores de ambos hermanos y los guiaré como única reina suya, es mi hora de darme a conocer y nadie se interpondrá en mi camino.
He pasado todos estos años llevando una vida como cualquier otro humano, cambiando de ciudad contantemente, y ahora me dirijo hacia donde empezó todo, a la ciudad de mi madre.
Nada más llegar busqué un buen piso que pudiera alquilar para pasar desapercibida, primero tendría que estudiar la zona, por lo que tengo entendido solo aquellos que posean parte de la pureza de Abel, pueden llegar hasta aquí. Ingenuos, si supieran toda la sangre que corre por mis manos se replantearían su estúpida seguridad.
No tardé mucho en encontrarlo y ponerme a investigar, a mí no me hace falta ni alimentarme ni dormir, así que me ahorré bastante tiempo en esas cosas de humanos débiles.
Tras haber pasado toda la noche estudiando los planos de la ciudad y viendo las distintas regiones y personajes importantes que existen, decidí salir una vuelta cuando los primeros rayos de sol se filtraban por mi ventana.
Me vestí acorde con la gente de este lugar para no levantar sospechas y comencé a andar. Iba ensimismada en mis pensamientos cuando choqué con algo y caí al suelo con un gran peso encima, lo que me faltaba para empezar bien el día. Ese algo era una persona, un chico que me miraba con la misma estúpida sonrisa que todo el mundo de este lugar parece llevar.
-Pero que...- susurré desorientada-¿es qué no ves por dónde caminas?, gradúate las gafas y piérdete le harías un favor al mundo- le dije malhumorada mientras lo empujaba para poder levantarme y seguir con mi camino. Mientras que el solo se quedó ahí, mirándome desorientado en el suelo mientras por su cabeza pasaban miles de preguntas sin respuestas. Suponía que la gente de ese lugar no solía ser así, pero tampoco me pidáis mucho, mi actitud de mierda no va a cambiar de un día para otro. Seguí andando sin prestarle atención al idiota que se quedó parado allá atrás hasta que sentí que me agarraban el brazo impidiéndome caminar.
-Perdón, creo que me debes una disculpa señorita...- dijo esperando que le dijera mi nombre.
-No te diré mi nombre ni te daré la estúpida disculpa que andas pidiendo, ahora déjame continuar mi camino y no te haré daño- le dije amenazante
-No creo que una niña como tú pueda herirme a mí, por si no has visto esta placa deja bien claro que soy policía y por lo tanto mantengo...- no lo dejé seguir hablando y de una patada le cerré la boca y puede que eso que echó haya sido un diente.
-Te dije que me dejaras tranquila, con tus leyes me limpio el...- y nuevamente me interrumpió
-Señorita queda arrestada por agredir a...- sin más opción le arrebaté las esposas y lo dejé atado a una farola mientras me acercaba a él.
-Mira, niñito, no saben quién soy, no te puedes ni imaginar quien soy en realidad, pero recuerda mi cara, me verás pronto- dije escupiéndole
-¿Qué eres?- dijo con temor al verla rapidez sobrehumana que había ejercido para llevar acabo la acción y yo solamente me limité a reír
-¿Has oído hablar del diablo?- pregunté con sorna- Pues él, aprendió de mí, literalmente- dije ofreciéndole la sonrisa más mezquina sobre la faz de la Tierra y entre súplicas y ruegos ahí lo dejé, solo y atado. Espero que este chiquillo no me cause más problemas.