Otoño

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El color rojizo y dorado de las hojas,
que caen silenciosamente al suelo impulsadas por el vaivén del viento, a su merced.
El olor que desprenden al ser pisoteadas por un par de botas, llenando el olfato de la fragancia característica.
Los ojos captan algunas rebeldes que se niegan a perecer por el frío que empieza a poblar el lugar, y conservan su color verde pese a conocer que el tiempo juega en su contra.
El viento frío empieza a colarse por la ropa, el abrigo desabrochado se convierte en su aliado momentáneo.
Inspiras.
Espiras.
Cierras los ojos, degustando con los sentidos la atmósfera otoñal.
Los abres.
Estás sola, sentada en un banco. Cerca de ti, unos niños juegan con las hojas.
Por un momento, un efímero segundo, entiendes qué es la felicidad y la paz. Las sientes en todos y cada uno de los poros de tu piel.
Las sientes en las rebeldes y verdes hojas que siguen adornando los árboles.
Las sientes en el crujido bajo tus pies de las hojas que no han sabido luchar contra la estación.
Las sientes en las risas de los niños, agarrando entre sus diminutas manos una hoja grande y rojiza, mostrándola como un trofeo.

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