Zwei

554 42 40
                                    



Los fuertes aleteos sobre mi cabeza me obligan a levantar la vista, un centenar de alas negras se agitan en el cielo, como un ejército de aves azabache sobrevolando y planeando delicadamente su vuelo entre los enormes edificios, multiplicándose al verse reflejados contra las enormes estructuras de cristal que inundan la ciudad.

Un millón de tintineos comienzan a amenizar el ambiente llegando a mis oídos; ese es el sonido de sus alas al agitarse, como miles de campanas repiqueteando con gracia y suavidad de la misma forma que lo hace una canción de cuna, o la cadencia de una tormenta veraniega a media noche cayendo lenta y pausadamente sobre las baldosas y ventanas.

Fascinado, me inclino un poco hacia delante, tomándome con fuerza de la orilla de la terraza en que estoy sentado, para disfrutar de aquel espectáculo de ángeles aterrizando aquí y allá sobre los tejados, las paradas de autobuses, los autos junto a la acera, en todos lugares, flotando y apenas rozando con los pies desnudos el suelo sin dejar huellas en la nieve que cubre el pavimento a todo lo largo.

No sé exactamente dónde estoy ni qué es lo que hago, pero no tengo miedo, por el contrario, una sensación de paz inunda mi pecho al mirar el cielo estrellado frente a mí, que parece estar en su mejor momento. Los tonos violetas y turquesa se perciben intensos, como si estuviéramos dentro de una hermosa escena surrealista, con la constelación entera mostrándose detrás de tersas nubes color rosa, como de caramelo y de pronto, ahí, entre los pequeños foquitos de luz blanca que salpican el firmamento, lo veo planeando su vuelo para aterrizar a mi lado.

Mis labios musitan su nombre casi en silencio...

Las plumas obscuras que se desprenden de sus hermosas alas en el camino, me rozan el rostro de forma traviesa, danzando con el viento y jugueteando entre ellas al descender lentamente en espiral por mis dedos, deshaciéndose en diminutas partículas al contacto con ellos, como burbujas de jabón explotando delante de mis ojos; demasiado frágiles para tocarlas por más de un segundo, pero suficientemente reales como para provocarme un sutil cosquilleo.

Mi corazón da un vuelco al mirarlo por fin sentado a mi lado, con sus majestuosas alas descansando sobre su espalda, recuperándose del largo viaje que ha hecho. Respiro profundo y por un momento espero que me miré o diga algo, pero permanece estático, con la mirada fija en el horizonte frente a nosotros. Luce imperturbable y cristalino, como el mar en calma; inmaculado y hermosamente perfecto.

Los segundos que me permite admirarle en silencio, se sienten eternos, irremplazables y casi sagrados. Su piel pálida resplandece ante mis ojos con la tenue luz de las estrellas, mientras que su cabello, profundamente obscuro, cae en cascada sobre sus hombros de forma suave, afinando aún más sus hermosas facciones delicadas.

Es invierno, lo sé porque he visto la nieve acumularse en el filo de mi ventana esta mañana, pero aún con ello, no puedo sentir el frío calarme los huesos, por el contrario, una calidez inexplicable recorre mi cuerpo al tenerlo cerca, incluso cuando el vapor de mi propia respiración sale por mi nariz, condensándose frente a mis ojos entre los copos de nieve que manchan de blanco sus cabellos.

Anonadado, tengo que tomarme un momento para creer en lo que mis ojos están viendo; por tanto tiempo he esperado nuestro reencuentro, que el tenerlo cerca hace a mi corazón dar un vuelco dentro de mi pecho, recordándome que es real y no una alucinación causada por la añoranza de estar a su lado una vez más. Está ahí, a mi lado, balanceando sus piernas como un niño pequeño en el vacío, permitiendo que la nieve toque su rostro resbalando por su afilada nariz sin que parezca incomodarle. Un par de copos acarician sus mejillas, estacionándose ahí unos segundos, antes de caer sobre sus delicadas manos, como si su piel de porcelana fuese su parque de juegos preferido y un terreno sagrado que se niegan a abandonar tan fácilmente.

EngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora