2. Jesús

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- En serio, Daniel, yo creo que ya tienes bien el tupé, ¿no?
- Espera, que voy a hacértelo a ti para ver cómo queda de lejos.
Es algo que hacemos desde hace tiempo, nos usamos em un al otro de espejo. Total, somos idénticos. Pero hoy Daniel se está pasando. Lleva media hora probándose camisetas y peinándose.
- No, ni de coña, mi pelo se queda como está. Y el tuyo también, que tenemos que salir ya.
Hemos decidido llevar exactamente el mismo look: zapatillas grises con estampado de Mickey Mouse, pitillos negros y camisas vaqueras abiertas encima de camisetas básicas de algodón. Daniel, además, cree que  nos queda bien la placa estilo militar que nos regaló nuestra madre. Pero yo sé que la quiere llevar porque se está convirtiendo en su amuleto. Adora esa cadena.
Entiend que esté nervioso, yo tambien lo estoy, hoy es un dia especial. Vamos a la emisora de radio musical más importante del país. Nos han llamado del programa mas top del momento, dirigido y presentado por Robin Gómez, una chica que parece muy agradable, aunque, no sé por qué, me impone bastante que nos entreviste.
- Tio, tú sabes lo buena que está la Robin esa, ¿no? ¡Bua, chaval!
- Ya puedes ponerte lo que te dé la gana, que no se va a fijar en nosotros... Para ella somos unos críos -digo mientras recojo los móviles y las carteras de los dos.
- Cuando me la lleve a cenar ya te diré lo que piensa de mi.
Y Daniel desaparece cantando:
Dame de tu boca su sabor
y beso a beso
derrama en mi piel esa pasión
que llevas dentro.
Pongo los ojos e inevitablemente canto con él, como siempre, a dúo, inundando la casa de música. Estamos tan unidos, tan sincronizados, que me da miedo pensar en que algún día nuestra idea de compartir una gran casa dividida en dos, cada uno con su propia familia, no pueda hacerse realidad y tengamos que separarnos. Un pinchazo en el estómago me obliga a apartar esos pensamientos y a volver a la realidad. Repaso mentalmente lo que probablemente nos pregunten: fechas de conciertos, próximos proyectos, sorpresas para la gira de verano... Estamos listos para la entrevista.
El bocinazo de la furgoneta en la calle nos hace salir apresurados, Jorge nos espera dentro. Es nuestri road manager, la persona que está siempre con nosotros. Es como un hermano mayor más que un compañero de trabajo.
- ¿Que tal, chicos? ¿Preparados?
- Hola Jorge...Sí, por supuesto.
- Bueno, para ser sinceros, Daniel se ha preparado más para intentar ligarse a la presentadora esa. Pero no te preocupes, que yo me he empollado bien lo que nos interesa destacar de cara a la promoción.
- Así me gusta, Jesús. Dani, me apuesto lo que quieras a que ni siquiera consigues que venga al concierto esta noche.
Daniel se levanta de su asiento, le ofrece la mano a Jorge y, con mucha chulería, le contesta:
- ¿El nuevo Call of duty a que lo consigo?
- Hecho. -Jorge se ríe a carcajada limpia y le da un apretón de mano.
Tras la apuesta cantamos y debatimos qué tema interpretar en caso de que Robin nos proponga improvisar algo en directo. Lo mejor esta por venir, esa haremos.
Llegamos a Gran Vía y miro embobado el juego de luces que se forma a esas horas de la mañana entre el sol y los cristales de los míticos edificios. Me paro un momento a pensar lo que nos está pasando... Va todo tan deprisa que es como si lo estuviese viendo en una pelícla, como si le ocurriera a otro, vamos. Me da pánico que se acabe, no ser capaz de mantener este sueño con vida y sé que me estoy torturando sin sentido. Lo único que podemos hacer es seguir trabajando como hasta ahora y lo mejor posible, superarnos y aprender. Salgo de mi estado de reflexión cuando oigo gritas a Daniel.
- ¡¿Estáis viendo eso?! ¡Qué flipe, tio! Debe de haber unas trescientas personas esperándonos.
- Voy a llamas a la gente del programa ahora mismo. Necesito que alguien me ayude a llevaros hasta la puerta. ¡Os van a comer! -dice Jorge visiblemente afectado.
Es muy bueno en su trabajo y nos adora. No se toma estas cosas a la ligera ni consigue disfrutarlas nunca. Nosotros siempre lo tranquilizamos, explicándole que no es para tanto y que nos flipan los encuentros con nuestras princesas. La llamada de Jorge a producción ha surgido efecto instantáneo. Vemos cómo de entre la multitud sale una chica alta y delgada que se abre paso hasta llegar a la puerta atrás de la furgoneta. Golpea la ventanilla y Daniel abre la puerta. Como una lagartija, se desliza rápida por el pequeño hueco y cierra de un portazo para que las chicas no puedan aprovechar el momento para entrar también. Va cargada con dos móviles, lleva puesto un manos libres de auriculares y micrófono de diadema. Está seria, con el ceño fruncido, claramente concentrada. Eso sí, desprende una energía tan arrolladora que no me extrañaria nada si me dijeran que ella solita se encarga de montar la Super Bowl cada año.
Es clara y contundente cuando nos da las instrucciones para salir de la furgoneta y entrar en el edificio:
- Chicos, téneis que ser rápidos y no os pódeis parar a hablar con ninguna chica. Nosotros nos encargamos de rodearos y pedir disculpas en vuestro nombre. Os pedirán fotos, autógrafos, besos... No deis nada. Basta con que cedáis com una de ellas, para que el resto se abalance sobre vosotros y nos ponga a todos en peligro. Hacedme caso, no son fans, son una masa peligrosa.
Jorge asiente todo el tiempo dándole la razón. A mi, en cambio, no me hace ninguna gracia las indicaciones que nos da, sería mucho mas fácil atender a todas. De hecho, es probable que nunca nos lo perdonen y hasta podré comprender que así lo hagan. Este no es modo de tratar a nuestras fans, deben llevar aquí hora esperando para vernos y no puedo callarme.
- Perdonad, pero no estoy de acuerdo. Sois unos exagerados. ¡No son mas que unas chavalas que quieren una foto! El motivo de que estemos hoy aquí, promocionando nuestra gira, ¿no os dais cuenta?
A mi lado, Daniel se endereza, dejando claro com su gesto que opina como yo. Pero no añade nada. Es así como funciona nuestra relación. Pensamos siempre prácticamente lo mismo y nos protegemos y apoyamos en todo momento. Igual está feo que lo reconozca, pero yo suelo llevar la voz cantante y decido por los dos la mayor parte del tiempo.
Jorge y la chica de producción, que no nos ha dicho ni cómo se llama, se miran molestos, y ceden.
- Está bien, atendéis a las chicas, pero no podéis estar todo el día. Calculo que solo habrá tiempo para unas veinte fotos- dice la productora mientras se ajusta las gafas a la nariz.- Robin os espera y el programa es en directo.
Llegan tres profesionales de la seguridad privada de la radio y crean espacio suficiente para que podamos salirm Daniel y yo nos miramos a los ojos y asentimos como dando el pistoletazo de salida a esa carrera hasta la puerta del edificio, en la que ya se han congregado trabajadores de la emisora. Solo les faltan las palomitas para disfrutar en condiciones del espectáculo.
Doy tres pasos y cojo el primer móvil de una de las chicas para hacernos un selfie, firmo rápido a otra, dos selfies más, tres abrazos, no dejo de dar las gracias a todas y sonrío de corazón. Estoy emocionado de verdad al ver sus muestras de cariño. Me regalan peluches, cartas, pulseras... Firmo fotos que nos hicimos con ellas y que traen impresas, camisetas, entradas de conciertos...
De pronto, noto un empujón. No es nadie y al mismo tipo somos todos. Siento que me mantendría erguido aunque dejara de tener los pies en el suelo, porque estoy literalmente apresado por una masa de gente. Vale, reconozco que quizá se nos está yendo de las manos. Oigo a mucha gente gritar el nombre de mi hermano, a quien no veo desde hace unos minutos, ha avanzado más que yo. Cuando miro preocupado hacia el origen de esos gritos, descubro que están formando un corro alrededor de alguien. Me abro paso entre la gente hasta llegar a la altura de Daniel y lo veo en el suelo, con los ojos cerrados.
Me agacho y me sujeto la cabeza con las manos para reanimarlo. Entreabre los ojos y, con una sonrisa, balbucea:
- Es un ángel, ¿la has visto? Es mi ángel.
Pero ¿qué dice? Me suda todo el cuerpo y me entra el pánico. Pido ayuda a gritos y entre todos conseguimos levantarlo y llegar hasta el vestíbulo del edificio. A pesar de lo aturdido y asustado que estoy, no me pasa desapercibido el portal tan psicodélico que tengo delante. Una decena de espejos biselados que recuerdan a la entrada de algún casino o bingo nos devuelven nuestra triste estampa multiplicada. Reconozco que me he equivocado y me siento culpable.
Llegamos a la séptima planta y Daniel ya está recuperado, ha sido solo un desmayo. Aunque no parece necesitar nada, quiero sentirme útil y decido ir a buscar un vaso de agua. No conozco las instalaciones y Jorge me insiste en que no me mueva. Salgo sin hacerle caso, estoy muy agobiado y no puedo estarme quieto.
Como pollo sin cabeza voy, sin una dirección concreta. Está a punto de caerse, pero la sujeto entre mis brazos y la freno con mi pecho. Es un poco más bajita que yo y tiene un pelazo que reconozco enseguida. Pasan unos segundos que me saben a gloria hasta que se separa de mi y, no sé por qué, no quiero que lo haga.
- Perdona..., yo... - dice justo antes de levantar la mirada.
Cuando me reconoce, sus preciosos ojos claros se iluminan y avergüenzan al mismo tiempo. Es la chica más bonita y dulce que he visto en mi vida.

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⏰ Última actualización: Dec 11, 2016 ⏰

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