Era inicios de otoño, las hojas caían, el viento soplaba meneando las ramas de los árboles, el cielo parcialmente nublado acompañado de un clima frío; yo era un simple doctor recién graduado con la especialidad de neurología, ya hacia un par de meses en que me había establecido en un hospital privado de gran prestigio, después de todo mi padre era el dueño de ese hospital y por lógica el me había metido ahí, pero aun así yo había acordado con mi padre en que me trataría como cualquier persona incluso acordamos que ocultaría mi verdadera identidad hasta el día en que tendría que tomar el hospital como su sucesor.
Mi día comenzaba como el de cualquier otro, había llegado al hospital a tempranas horas de la mañana, siempre era la misma rutina, levantarme, hacer un café, fumar un cigarro, alimentar a Holly mi caniche cafe e irme, todo transcurría con tranquilidad hasta que ya por la tarde mientras estaba en mi descanso me dirigí al baño a lavarme las manos cuando de la nada escucho unos sollozos ligeros, mi curiosidad al ser grande me dirigí a ver que sucede; se trataba de un joven mayor de 20 años el se encontraba llorando.
- Oye ¿Te encuentras bien?- El chico desconocido alzó su rostro para ver quién era y al verme de inmediato trato de limpiar sus lágrimas con la manga de su suéter - ¿Porque estás aquí llorando? ¿te pasa algo? ¿te sientes mal? - él solo negó con su cabeza.
- Disculpe por el ruido, estoy bien.
- Yo no lo creo, si estuvieras bien no estarías llorando- lo primero que piensa un médico es que es un paciente con algún dolor, pero el llevaba ropa de civil.
- No es nada enserio- contesto con la mirada baja titubeaba al hablar se miraba tan vulnerable.
- Los baños no son un lugar para que llores, puedes venir conmigo si gustas- Sorbio su nariz y dudoso me seguía mientras salía de aquel lugar.
- ¿Tienes hambre? Vamos a la cafetería y puedes pedir lo que quieras ¿vale? - Asintió con su cabeza; en el transcurso del camino no dijo nada ni tampoco yo, pero de reojo volteaba a ver como estaba y pude notar que se frotaba sus ojos para disimular las lágrimas de hace rato. Al llegar lo primero que hicimos fue sentarnos en una mesa desocupada yo me pedí algo y también pedí algo para el - ¿Y bien? ¿qué sucede? Puedes contarme si te sucede algo- El dudo, comprendía que no a cualquier persona vas y cuentas tus asuntos, pero en ese momento sentí que solo necesitaba desahogarse.
-Mi madre está enferma.
- ¿Enferma de qué?
- Le diagnosticaron cáncer terminal... Y está internada- me tense al escucharlo.
- Ya veo... te acompaña alguien? ¿tu padre?
- Él... No está con nosotros...
- ¿Por qué?
- Nos abandonó hace años...
- Disculpa, no debí preguntar....
- No se preocupe, no me afecta, después de todo nunca lo conocí - Se hizo un silencio, sus ojos estaban brillosos a punto de volver a llorar, me hacía sentir mal verle así después de todo es difícil su situación, el chico no pasa de los 20 seguramente, pero se notaba tan triste.
- Y bien....¿cómo te llamas?
- ¿Yo?
- Claro, tú ¿o a caso ves a alguien mas sentado frente a mi?
- No... yo me llamo Alan
- Mucho gusto Alan, yo me llamo Cristóbal
- ¿Usted trabaja aquí, cierto?
- ¡Pero claro que si! No por nada estoy usando esta bata jajaja
- Supongo... es eso o tiene fetiches raros- el chiste me tomo por sorpresa, el era gracioso a pesar de la situación.
- Te ves mejor riendo, ¿qué edad tienes?
- Es agradable hablar con usted, recién cumpliré veintidós la próxima semana así que básicamente ya no soy un "niño".
- Enserio? definitivamente no aparentas veintiuno.
- ¿Usted cuantos años tiene? Se ve joven.
- Número uno: háblame de tu... me haces sentir como un anciano. Y numero dos apenas soy mayor por 6 años.
- Es joven... Y también apuesto ¿usted es casado? ¿tiene hijos? De seguro los tiene, dudo mucho que solo juegue videojuegos en su tiempo libre - él rio de nerviosismo, su rostro tenía un ligero color rojo, esa escena se me hizo demasiado tierna.
- No tengo hijos, pero si un perro es igual de desastroso que uno - revolví su cabello y reí junto a él.
No me había dado cuenta de sus ojos celestes, sin duda se ven mas lindos sin lágrimas. Me miró con una sonrisa en su rostro y pude notar que su estado de ánimo había cambiado así que también sonreí viéndole a los ojos
- Será mejor que comamos- le dije mientras llegaba una mesera con lo que había ordenado - Espero que te guste - en el plato se encontraba una gran porción de pasta - Aunque no lo parezca, aquí preparan muchas cosas deliciosas - le dije mientras comenzaba a comer.
- Muchas gracias, se ve bastante bueno- dijo mientras tomaba la cuchara para dar un bocado - Están deliciosas - sonrió con más fuerzas y me sentí aliviado verlo comer.
Cuando terminamos de comer acompañé al joven a la recepción del hospital, durante el camino no dijimos ni una sola palabra y vi como su expresión volvía a decaer.
-Bueno, hemos llegado a la recepción, yo tengo que volver al trabajo - lo mire con preocupación.
- Si, gracias por la comida - intento disimular su angustia.
Cada quien camino hacia distintas direcciones él sin mirar atrás mientras que yo de reojo veía como se alejaba cada vez más. Avance por rato más hasta que al fin llegue a mi consultorio.- Doctor, ¿cómo le fue en su descanso? - preguntó una enfermera justo cuando iba entrando
- Si... - mencione preocupado mientras me sentaba sin prestar atención a lo que ella me había dicho.
En otra parte del hospital
- Hijo, por fin regresas - dijo con voz débil sentada frente a la ventana
- Hola mamá, perdón por la tardanza- acercándose a su madre.
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Sérénité
RandomLa historia comienza en 2010 en una ciudad situada en el sur de Francia, en Ventabren. El lugar no es grande ni chico, sin embargo, es un lugar muy común a pesar de ser un lugar turístico. Yo soy doctor y trabajo en un hospital privado. Hace un tie...