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Una niña y un niño de tres y seis años de edad respectivamente, se encontraban jugando en el parque de atrás de su casa tranquilamente, riendo, mientras sus padres los controlaban desde unas sillas alejadas.

La niña se levantó del suelo, fue a los columpios que tenían en el fondo del jardín, y comenzó a balancearse como pudo, aunque no estaba dando muy buenos resultados. La niña frunció el ceño, frustrada, y estaba por bajarse del columpio, cuando de repente sintió que alguien la impulsaba desde atrás. Giró su cabecita, para encontrarse con su hermano, el otro niño, que la empujaba con sus manos regordetas propias de la infancia.

Sus empujones no eran demasiado fuertes, o demasiado altos, pero para ella, era como estar volando. Rió fuertemente, feliz, y comenzó a pedirle que la empujara más alto, más alto.

—Tienes que balancearte para atrás y luego para adelante, y las piernas lo mismo—le explicó su hermano, mientras seguía empujándola torpemente.

Y ella, luego de un par de intentos, (con ayuda por parte de él) finalmente, lo logró.

HelenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora