« Amour »

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Cuando te conocí no era nada, no tenía nada. Era una persona que existía porque era muy cobarde como para acabar con su miserable y menesterosa vida. Un cascarón vacío que anhelaba ser llenado por amor, una flor horrible y marchita que esperaba ser notada por alguna persona.

Pensaba que jamás encontraría a alguien que me quisiera, si ni siquiera tenía el derecho de ser amada por mis progenitores, menos lo iba a tener de que alguna otra persona me amará. Era una inútil; alguien que no merecía ningún tipo de amabilidad o contemplación.

Pero un invierno de septiembre, en donde hacía demasiado frío y el cielo lloraba nieve, te encontré, o mejor dicho, me encontraste.
Estaba acurrucada entre cartones y bolsas, completamente sucia, el pelo enmarañado y con los pies descansos y lastimados; en cambio tú estabas precioso, brillabas tanto o más que un ángel. Tenías un abrigo largo y negro, un suéter blanco y unos zapatos negros pulcros, sin ni una mancha.

Te miré con admiración cuando te acercaste a mi, tú, sin embargo, me miraste con dolor. Quizás te daba pena que una chica huérfana de diecisiete años, como lo era yo, estuviera en la calle tirada como una vagabunda. Después de todo, siempre habías sido una persona extremadamente solidaria y humanitaria con los demás. Incluso con los desconocidos.

Intentaste tocar mi mejilla pero yo me aparte y me hice un ovillo, temerosa. No era que te despreciaba, tan solo era que temía marcharte con mi suciedad.
Creí que te enojarías por eso, pero al levantar la vista solo pude observar una sonrisa sincera y hermosa brillar en tú rostro. Quise llorar porque jamás alguien me había sonreído. Jamás sentí la cálidez de otro ser humano hasta ese día.

— ¿Cómo te llamas? — Me preguntaste con dulzura.

Vacilé un poco en contestarte — No tengo un nombre como tal.

Tenía muchos sobrenombres, no obstante, nunca había sabido si mis padres me habían dado un nombre verdadero o no.

Pude notar una aflicción y desconsuelo en tú rostro cuando escuchaste mi respuesta — ¿Y cómo te llaman?

—Generalmente Biblee — Respondí rápidamente. Era la primera vez que alguien se interesaba por mi y debía de admitir, que era lindo. Se sentía bien.

Volviste a sonreír y, esta vez, dejé que me tocarás la mejilla — Me llamó Jung Hoseok — soltaste amorosamente — ¿Quieres que seamos amigos?

El corazón me latía a mil y se sentía extraño, ya que no recordaba haberme sentido antes así. Por aquel entonces, solo conocía el desprecio y la soledad. No sabía que era el cariño, el amor o la felicidad. Nunca la vida me había dado el placer de experimentar esos sentimientos ,tan normales y mundanos para algunas personas, pero tan insólitos para mi.

—Si — Te respondí sin titubear; eras como un tronco en un inmenso mar. Es, tal vez, por eso que me aferré a ti, sin dudar. Obviando cualquier intención mala o buena de tú parte. Eras mi salvavidas, la persona que en pocos segundos me había enseñado lo que era que alguien se preocupará por ti.

Y desde ese momento, te convertiste en mi ángel pero también en mi mayor locura.

Lo siento, Hoseok.

Мistress of the night  •- j.hoseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora