¡ Jung Kook !

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Un Polvo Rápido

Kook  y yo habíamos pasado un encantador y relajante día juntos. Teníamos vacaciones pocas veces, así que aprovechábamos cada momento disponible. Habíamos conducido todo el día, parando en lugares de interés a lo largo del camino, deteniéndonos a menudo en el arcén para hacer el amor en algún bosquecillo apartado de solitarias carreteras secundarias. A esa hora estábamos mirando aparcamientos de antigüedades en una pequeña población desconocida.

habíamos estacionado al final de una hilera de tiendas de anticuario e íbamos caminando. No teníamos intención de comprar, solo mirábamos por mirar y para estar juntos.
A lo largo de la tarde estuvimos mirando postales antiguas y piezas de cerámica, jugando con arcaicos juguetes de madera tallados por las manos de algún hacendoso granjero y mirando viejos edredones.
Kook reía entre dientes viendo mi entusiasmo. Ni siquiera nos dimos cuenta de que una oscuras nubes de tormenta empezaban a ocultar el sol.
Nos sacó de nuestro mutuo ensimismamiento, un tendero nos dijo amablemente.:

—Lo siento muchísimo, pero vamos a cerrar.

Kook y yo fuimos de la mano hacía la puerta, desde donde vimos que afuera estaba lloviendo. La tormenta había llegado.

—Espero haber serrado la ventanilla. «Murmuró Kook, mirando la lluvia»

—Ya no hay nada que hacer.
«Dije yo»

El empleado nos permitió quedarnos un rato más, pero no tardo en ser evidente que el aguacero tardaría en cesar.
De hecho, el cielo parecía decidido a descargar toda el agua que contenía.

Acabé por volverme hacía Kook y sonreírle.

—¿Y si corremos bajo la lluvia? «Le rete» Como si fuéramos niños.

Kook me sonrió a su vez.

—No somos tan viejos, ¿no?

—Anoche no lo parecías. «Le dije con una sonrisa traviesa.»

Él rio un poco y me dijo.

—¿Por qué no?

Le dimos un cariñoso adiós al tendero y salimos por la puerta, de la mano y riendo tontamente como escolares. En seguida nos dimos cuenta de que nuestro plan tenía un fallo: no era una lluvia suave. Caían chuzos de punta y las gotas nos golpeaban como rocas las piernas y los brazos desnudos. No tardamos en dejar de reír y nos refugiamos juntos bajo un toldo que apenas nos protegía.
Fue entonces cuando vi la iglesia.

Como todos los monumentales iglesias católicas, era importante y demasiado grande para la pequeña población en que estaba. Un suave resplandor procedente de las vidrieras de colores indicaban que allí encontraríamos cobijo. Los grandes bloques rugosos de la fachada se iban oscureciendo a ojos vista medida que absorbían el agua de las nubes. La puerta era enorme, de madera solida y acogedora.

—¡Kook! «Grité por enzima del estruendo del agua que se colocaba por las alcantarillas» ¡La iglesia!

«Pequeñas Historias De Placer» "BTS" [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora