CAPITULO 3

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—Por favor, quédate quieto.El médico no era malo, pero tampoco era amable. Se limitaba apermanecer ahí, estoico y profesional. También era anodino: de medianaedad, altura y complexión media, pelo corto y oscuro. Thomascerró los ojos y sintió la aguja introducirse en su vena tras un pinchazorápido. Era curioso cómo temía ese momento cada semana, peroluego duraba menos de un segundo, seguido de la corriente de fríoque fluía por su cuerpo.—¿Lo ves? —dijo el hombre—. No duele.Él negó con la cabeza, pero no habló. Le costaba mucho hablardesde el incidente con Randall. Le costaba dormir, comer y casitodo lo demás. Sólo en los últimos días había empezado a superarlo,poco a poco. Cada vez que le venía el recuerdo de su auténticonombre, lo apartaba para no padecer otra vez aquella tortura. «Thomas»ya le iba bien. Tenía que servirle.La sangre, tan oscura que parecía casi negra, subía por el estrechotubo desde su brazo hacia el vial. No sabía para qué le estabanCRUEL interiores.indd 29 19/10/16 14:1330efectuando pruebas, pero ese era uno de los muchos tormentos alos que le sometían, en ocasiones a diario y otras, semanalmente.El médico dejó de sacar sangre y cerró el frasco.—Muy bien, con esto ya vale para los análisis. —Sacó la aguja—.Ahora te haremos un escáner para echarle otro vistazo a tu cerebro.Thomas se quedó helado y la ansiedad comenzó a llegar, presionándoleel pecho. Siempre le producía ansiedad que mencionaran sucerebro.—Vamos, vamos —le reprendió el hombre al notar cómo se tensaba—,lo hacemos todas las semanas. Es simple rutina; nada por loque preocuparse. Necesitamos captar con regularidad imágenes de tuactividad ahí arriba, ¿vale?Él asintió y cerró los ojos con fuerza por un momento. Queríallorar. Respiró hondo y contuvo las ganas.Se levantó y siguió al doctor a otra sala, donde una enorme má-quina similar a un elefante gigantesco, con una cámara en forma detubo en el centro y una base plana extendida, aguardaba a que semetiera dentro.—Arriba.Era la cuarta o quinta vez que hacía aquello y no tenía sentidoresistirse. Se subió a la cama y se tumbó bocarriba, con la vista clavadaen las brillantes luces del techo.—Recuerda —dijo el doctor—, no te preocupes por esos golpeteos.Es normal. Es todo parte del juego.CRUEL interiores.indd 30 19/10/16 14:1331Sonó un clic, luego el chirrido de la maquinaria y la cama deThomas se deslizó dentro del enorme tubo.Thomas estaba sentado a un escritorio. Ante él, de pie junto a una pizarra,se encontraba su profesor, el señor Glanville, un hombre de tonobrusco y gris sin apenas pelo, a menos que se contaran sus cejas. Aquellascosas pobladas parecían haberse apropiado de cada folículo del restode su cuerpo. Era la segunda hora después del almuerzo y Thomas habríadado al menos tres de sus dedos de los pies por tumbarse ahí mismo,en el suelo, y echar una siesta. Una siesta de tan sólo cinco minutos.—¿Te acuerdas de lo que hablamos ayer? —le preguntó el señorGlanville.Thomas asintió.—PIRA.—Sí, así es. ¿Y qué significa?—Es el movimiento Por la Información Recuperada tras la Aniquilación.Su profesor sonrió con una satisfacción evidente.—Muy bien. Bueno. —Se volvió hacia la pizarra y escribió lasletras CPES—. C... P... E... S, que significa Coalición Post-ErupcionesSolares, un resultado directo de PIRA. En cuanto tuvieronnoticias del máximo número de países posible, reunieron a los representantesy demás, empezaron a ocuparse del espectacular desastreCRUEL interiores.indd 31 19/10/16 14:1332causado por las erupciones solares. Mientras PIRA calculaba las posiblesrepercusiones de las erupciones solares y a quiénes afectaban,la CPES se esforzaba por resolver la situación. ¿Te aburro, hijo?Thomas se envaró de golpe, inconsciente de que había bajado lacabeza. Hasta debía de haberse dormido un instante.—Perdone —se disculpó, restregándose los ojos—. Perdone.PIRA, CPES, lo pillo.—Mira, hijo —dijo el señor Glanville. Dio unos cuantos pasos,salvando la distancia entre ambos—. Estoy seguro de que las otrasasignaturas te resultan más interesantes: Ciencias, Matemáticas, EducaciónFísica... —Se inclinó para mirarlo a los ojos—. Pero debesentender tu historia; lo que nos ha traído hasta aquí, por qué estamosmetidos en este lío. No sabrás nunca adónde vas hasta que noentiendas de dónde vienes.—Sí, señor —dijo Thomas dócilmente.El señor Glanville se puso derecho y escrutó ferozmente su rostroen busca de cualquier indicio de sarcasmo.—Bien. Conoce tu pasado. Volvamos a la CPES... Hay muchode qué hablar.Mientras su profesor regresaba a la parte delantera del aula, Thomasse pellizcó lo más fuerte que pudo con la esperanza de mantenersedespierto.* * *CRUEL interiores.indd 32 19/10/16 14:1333—¿Me necesitas para repasarlo otra vez?Thomas alzó la vista hacia la señora Denton. Tenía el pelo y la pieloscuros, y era guapa. Ojos amables, inteligentes... Era probablementela persona más inteligente que Thomas había conocido, lo que saltabaa la vista por los acertijos con los que le retaba en su clase de PensamientoCrítico.—Creo que lo entiendo —dijo.—Entonces, repítemelo. Recuerda...La interrumpió, citando lo que le había dicho miles de veces:—«Uno debe conocer el problema mejor que la solución o, de locontrario, la solución se convierte en el problema». —Estaba segurí-simo de que eso no significaba nada.—¡Muy bien! —exclamó ella con un entusiasmo exageradoy burlón, como si le sorprendiera que hubiese memorizado suspalabras—. Pues adelante, repite el problema. Visualízalo en tumente.—Hay un hombre en una estación ferroviaria que ha perdido subillete. Hay ciento veintiséis personas en el andén con él. Hay nuevevías separadas, cinco que van al sur y cuatro, al norte. En los próximoscuarenta y cinco minutos, llegarán y saldrán veinticuatro trenes.Otras ochenta y cinco personas entrarán en la estación durante esetiempo. Un mínimo de siete subirán a cada tren cuando llegue, ynunca más de veintidós. Además, al menos diez pasajeros desembarcaránen cada parada, y nunca más de dieciocho...CRUEL interiores.indd 33 19/10/16 14:1334Así continuaron cinco minutos más, detalle tras detalle. Memorizarlos parámetros ya suponía de por sí un desafío... No daba cré-dito a que ella de verdad esperase que resolviera aquella estupidez.—... ¿cuántas personas quedan en el andén? —concluyó.—Muy bien —dijo la señora Denton—. A la tercera va la vencida,supongo. Has captado bien todos los matices, y ese es el primerpaso para dar con cualquier solución. Y ahora, ¿puedes resolverlo?Thomas cerró los ojos y empezó a calcular. En esa clase, todo sehacía de cabeza, sin dispositivos ni anotaciones. Le hacía forzar lamente como ninguna otra y en realidad le encantaba.Abrió los ojos.—Setenta y ocho.—Mal.Se tomó un par de minutos más y volvió a probar:—Ochenta y uno.—Mal.Se estremeció, decepcionado. Lo intentó varias veces más, pero alfinal se dio cuenta de que la solución no era un número.—No sé si el hombre que perdió el billete se subió a un tren ono. Ni si algunos de los otros que estaban con él en el andén loacompañaban y, en tal caso, cuántos eran.La señora Denton sonrió.—Ahora estamos progresando.   

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⏰ Última actualización: Dec 14, 2016 ⏰

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