La genial idea a los 29 años de edad

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Esta es la inquietante historia de una española que emigra a Brasil, cuya existencia gira en torno al jazz, se gana la vida cantando en las noches de una de las mayores metrópolis latino americanas y que a sus 29 años descubre que quiere aprender a ser pianista embarcándose en la increíble odisea de dejar su vida social para encerrarse a estudiar a Bach y Bill Evans.

Esa cantante soy yo, y hace siglos que intento escribir un blog, y siempre me he quedado a medio camino.

Esté es otro de mis intentos, pero de esta vez con un claro objetivo.

Voy a escribir aqui sobre mi dia a dia en los escenarios y de cómo mi vida cambió cuando decidí contraer matrimonio con un piano.

Hablo de matrimonio porque cuando una decide de cuerpo y alma entregarse a un instumento tiene que casarse con el. Tiene que vivir literalmente pegada a su instrumento. Y les aseguro que la relación que se entabla entre los dos es igualita a la de un casamiento.

Tengo diferentes pianos. En casa sólo uno. Un piano eléctricoYamaha p95, que tuve que elegir después de un intento frustrado (ejem... ejem... temporalmente) de comprar un piano acústico (mi verdadera pasión).

A este piano no lo beso y lo mimo tanto como a mis otros pianos, mis amantes porque es eléctrico y tengo miedo de un dia quedarme enganchada a 110 volts al darle un beso demasiado mojado...

En la escuela que frecuento tengo un piano por cada sala. Me relaciono con todos ellos, pero en especial con un Kawai de la sala 405 con el cual tengo una relación un poco diferente. A casi todos ellos les doy un beso y les acaricio al entrar. Les saludo y entablo una conversación antes de tocarlos. Con ese Kawai tengo un trato más especial, intento verme con él a diario durante la semana. Su peso es único, la caída de la tecla y el sonido son particulares. Es mi predilecto.

Debo decir que en la sala 403 hay un Steinway de cola que es una maravilla, pero infelizmente con él no puedo tener tanta intimidad por encontrarse este en una sala de práctica colectiva.

Existen algunos otros Steinway en la escuela a los que sólo veo en ocasiones... y con los que no he tenido todavía el valor de presentarme.

Los pianos acústicos tienen vida. Los siento respirar y latir... Tienen resonancia, presencia y alma. El tiempo los amolda, y el clima les afecta igual que a las personas.

Cuanto más estás con un piano más lo conoces y te conoces (porque el tiempo que pasáis a solas es prácticamente todo el tiempo).

El piano es cómo un marido celoso. Si un día no lo tocas al día siguiente te hace saber que no esta contento con tu ausencia. Si pasa más de un día, cuando lo tocas de nuevo te hace parecer una completa incapaz. Ingrato. Pero no le culpo. Es un instrumento al que le gusta hacerse querer. y no es para menos. Una se siente capaz de todo cuando se sienta ante un piano.

Jazz... Y qué más? Where stories live. Discover now