I. Tan sólo un humano.

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Fede

Tirado bocabajo en mi cama, pienso, ¿qué debo hacer? ¿como lo esconderé mañana de nuevo? ¿cuanto tiempo más deberé hacerlo?

Mis ojos se llenan nuevamente de lágrimas, las cuales restrego con la almohada antes de que puedan salir.

Mis alas, ellos hirieron mis preciadas alas. Las destrozaron, arrancaron sus plumas, ahora no hay quien las cure. Me lanzaron a la realidad sin paracaídas, y nadie estuvo allí para frenar mi caída.

Nadie estuvo para sujetar mi mano.

Excepto él.

Ese chico, el homosexual. Su nombre, lo recuerdo bien, me lo dijo hace apenas unas horas.

Félix.

Mis ojos se deslizan hasta llegar al botiquín abierto sobre la mesa, y luego veo mis brazos. Tengo raspones, y golpes que empiezan a tomar un color violeta enfermizo en mi piel pálida

«Con el tiempo, me volví inmune a los golpes.»

Recordé las palabras que Félix me había dicho, tras preguntarle si los moratones le dolían.

¿Cuantos golpes habrá necesitado para volverse «inmune»?. Se me eriza la piel de sólo pensarlo.

Acaricio mis brazos nerviosos a la vez que veo la hora en el reloj de mi pared.

—¡Fede! ¡hora de cenar!

—¡Bajo enseguida, mamá!—grité. Me levanté de un salto de la cama y baje corriendo las escaleras.

—¡Fede! ¿pero que te ha pasado?—pregunta mi madre horrorizada mientras mira mis moratones.

Debí haberme puesto una chaqueta.

—Ehm... Pues... A un chico que conozco lo estaban golpeando y...

—¿Otra vez te has metido en una pelea?—asentí—. Fede debes dejar de ser agresivo, podrían hacerte un daño grave o que sabrá Dios.—ella colocó un plato con comida frente a mi.

—Lo sé, lo sé. Lo siento.

—Bueno. Por lo que veo ya te has curado tú, así que está bien.

Nada esta bien. Pensé mientras devoraba mi cena.

Tras terminar, volví a subir a mi habitación. Me tiré en la cama mientras que por mi ordenador sonaban algunas canciones de Jason Walker. Siendo totalmente ajeno a lo que la letra decía, me sumergí en mis pensamientos.

Félix

—¡Mamá he llegado!—anuncie tras entrar.

—¡Estoy en la cocina! ¡Venga que es hora de la cena!

—¡Genial, porque muero de hambre!—me saqué el suéter y lo dejé sobre el sofá para luego ir a la cocina— ¡hola ma'!

—¡Madre mía Félix que te pasó!—gritó, y el plato se le escurrió de las manos.

Ella se apresuró a mi lado y acunó mi rostro entre sus manos.

—Pero mira como te han dejado cielo, oh Dios santo. ¿porqué no te has defendido?

—Eran muchos, lo intenté pero igual me golpearon.—dije como si fuese algo común, pues en mi vida, las peleas lo eran— ¡pero no me duelen!, S-

—Eres inmune a los golpes. Lo sé, cielo, lo sé, pero... No puedo evitar sentir coraje al ver como dejaron tu carita cariño.

—Hubiera quedado peor, pero un chico les ha encarado y me ha defendido.—mi sonrisa se ancho más.

La mirada de mi madre pasó de ser preocupada a sorprendida, y luego a pícara.

—Alguien se nos ha enamorado~—dijo con voz cantarina.

—¡Mamá!, No me gusta... por ahora.—admití, posiblemente sonrojado.

—A mi no me digas cuentos que yo se de historias. Venga Félix, esa es la mejor noticia que me has dado, porque tus calificaciones no lo son~

—Eh ¿f-fuiste a verlas?—pregunté nervioso.

—Sip. Si no subes ese promedio te haré ver clases particulares de física. ¿Acaso es posible que tengas sobresalientes en matemáticas y química y seas uno de los promedios más bajos de física? ¡Félix no entiendo tu cabeza!

—Ni yo tampoco así que no te preocupes.—ambos reímos. Ella me dio el plato con comida.

—Toma, bajalo apenas termines de comer. Te he grabado los últimos capítulos de Gotham.

—¡Madre te amo!—la abrace y bese su mejilla, luego corrí escaleras arriba hacia mi habitación.

Luego de comer, bajé con el plato vacío y lo lave. Regla de la casa: «el que ensucia lava», y como sólo vivíamos nosotros dos...

Volví a subir a mi habitación, y cerré con pestillo. Encendí la televisión y le subí volumen. Me senté en la orilla de la cama, y me abrace a mi mismo, como si estuviese roto, e intentará mantener mis trozos unidos.

Mi cabello se escapó de atrás de mi oreja y no me moleste en devolverlo a su lugar. Dejé escapar un gemido, y al mismo tiempo, las lágrimas.

Puedo todo aguantar hasta no poder más. Puedo ser una buena máquina, morderme la lengua, ser un bufón sólo por hacerlos reír a todos, callarme y nada decir. Darlo todo de mi...

Pero soy humano. Y me quiebro si me caigo.

Y para mi, sus palabras son como cuchillos en mi corazón.

«El marica ha llegado.»

«Alejate de mi, no me vayas a pegar lo gay.»

«No me vuelvas a tocar, cucaracha.»

También soy humano. Sólo porque me guste mi mismo sexo, no significa que no sea humano, que no sienta, que no pueda sentir dolor, felicidad...

Soy tan humano como ellos.

Suelto un suspiro tembloroso y me acuesto bocarriba en la cama. Cierro los ojos mientras me pregunto, ¿qué pasará mañana?

Where are you now, honey?; Fedix {#1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora