Capítulo 1

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—Jasper y Ivy—


El silencio reinaba en la vacía estancia en penumbra, pero de igual modo, el rostro pacífico de Adele estaba tranquilo y sereno, igual que en una ensoñación. No había ruidos, ni suspiros ni susurros; nada. Y aún así, ella no estaba molesta, ni tampoco inquieta: le encantaba ese precioso silencio que traía los bonitos recuerdos a su nube adormecedora.

No tenía igual.

Adele estaba sentada al pie de su cama matrimonial, mirando al frente, hacia su reflejo en el gran espejo del tocador justo delante de ella. Se sonreía a sí misma, pero no de felicidad. Se había puesto él vestido tal cual lo había pedido su madre, y también se había recogido el pelo con la ayuda de Mary Rose, su fiel y buena amiga, además de su medimaga personal.

Todo ahí olía y debía oler a perfecto.

Estaba sentada al pie de una cama matrimonial excelente con las colchas igual de rojas que la sangre caliente, con un enorme tocador abierto con sus tres espejos reflectantes pegado a la pared grisácea de enfrente. A su derecha se alzaba un alto ventanal tapado por dos cortinas translúcidas de color púrpura que guiaba a la terraza, y a su izquierda —cinco metros más allá—, un enorme armario negro sofisticado y simple, se erguía en el otro flanco de la cama. Ella estaba en medio de una habitación gigantesca que únicamente contenía esos simples muebles, sintiendo el silencio bailar libremente por el espacio sin ocupar a los lados de la cama.

Adele parpadeó lentamente, sin apartar la mirada del espejo. Justo en ese momento, vio como otra presencia se subía a su cama detrás de ella taciturna, sin emitir un solo sonido que pudiera delatar su presencia, aunque eso no importaba, solo Adele la veía. La figura se sentó con las piernas cruzadas en una posición igual de pacífica que el ambiente, mirando hacia el rostro de Adele a través del espejo.

—Hola —saludó Adele con una suave voz, mirando hacia la presencia detrás de ella. Era otra chica, de piel negra y un bonito cabello espeso recogido en dos coletas bajas a ambos lados de la cabeza.

La figura sonrió hacia Adele amablemente, antes de levantar la mano y saludarla con un ademán. Adele no se movió del sitio, sino que posó sus manos sobre la falda de su vestido añil y lo estiró con calma, esperando. La figura detrás de ella ladeó el cuerpo hacia un lado para ver lo que llevaba puesto. Adele vio la duda en los ojos de su amiga.

—Walburga Black ha organizado una fiesta en su casa. Madre dice que tenemos que ir para mantener la imagen de la familia —explicó Adele tamborileando con los dedos lentamente sobre sus muslos cubiertos.

¿Otra más? —preguntó la chica de piel oscura detrás con un gesto de irritación—. No vayas. Quédate a hablar conmigo, tengo mucho que contar hoy y Jasper dijo que vendría más tarde.

Adele sonrió separando los labios con cariño, sin mirar a la chica. Su mente seguía en otro lado divagando y excavando como dedos curiosos en la arena.

—No puedo, Ivy. Madre se enfadaría mucho si lo hiciera. Debo ir —se excusó Adele girando la cabeza hacia el ventanal que daba a la terraza, y mirando el bosque que se extendía fuera, alrededor de la Mansión Selwyn.

Ivy se tiró hacia atrás con un bufido poco apropiado, mientras Adele seguía observando el exterior a través de las cortinas con aire relajado.

¡No es justo! No tienes libertad en esta casa, solo haces lo que esa bruja mala quiere. Si estuviera yo en lugar ya me habría intentado librar de ella hace mucho tiempo —contestó Ivy.

Novocaine |Evan Rosier|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora