La Pasión de tu Veneno

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Es tan fácil...

Alisdair sonrió cuando ambas mujeres, una rubia y la otra con el cabello teñido de azul, cruzaron el umbral de la puerta. Los ojos de ambas brillaban, como encandilados.

Eran tan confiadas... los pobres corderitos...

—Así que... vas a hacernos tus novias vampiro... —Murmuró la chica del pelo teñido. Él rebuscó en su mente cual era el falso nombre que ella se había inventado... ah sí... Millicent antes de contestar.

—Por supuesto, querida Millicent. —Sonrió al mismo tiempo que dejaba que sus colmillos cayeran ante sus atónitos y maravillados ojos mortales. Pudo sentir como el corazón de ambas comenzaba a latir con más fuerza, bombeando el cálido y dulce néctar vital por su torrente sanguíneo ocasionándoles un apetitoso rubor en sus mejillas. —Ya sabes cómo funciona. Después de todo por eso las elegí... primero debo llevarte al borde de la vida y la muerte... y luego traerte de regreso. —Estiró su mano hacia ella en un gesto dramático antes de enarcar una ceja y añadir. —¿Quieres formar parte de la noche eterna a mi lado?

—Por supuesto, Lord Alisdair. —Susurró mientras que confiada, como un ingenuo corderito tomaba su mano, caminaba un par de pasos en su dirección y giraba su cuello en invitación.

Era simplemente tan fácil...

La tomó en sus brazos y con cuidado alcanzó el punto exacto donde su pulso martilleaba con más fuerza. Entró en su mente y eliminó todo rastro de dolor, en cambio lo reemplazó con una sensación de placer indescriptible que comenzó justo en el momento en que sus colmillos atravesaron la delicada barrera de su piel.

Y así tomo de ella, quien libremente le ofrecía su vida. Tonta... tan tonta, que con una sonrisa en los labios se deslizaba a la oscura y dulce muerte. En cuanto su corazón dejó de latir se detuvo, pues la sangre de un muerto siempre tendía a producirle malestar.

Tomó con cuidado el peso inerte del bello y arreglado cadáver y le llevó en volandas a la cama donde le dejó con cuidado. Había que ser considerado con la comida y mantener los buenos modales en todo momento.

—¿Lord... Alisdair? —Murmuró con inseguridad mientras su pulso se hacía errático. Él desvió la mirada hacia ella. Un pequeño cervatillo tembloroso que le miraba con ojos impregnados en lágrimas no derramadas.

—Lo siento mi dulce Elizabeth... —Su mirada fue de oscura tristeza. —Me temo que Millicent está muerta.

—¿Q—Qué? —Tartamudeó ella mientras daba un par de pasos en dirección a la susodicha. Los rayos de la luna convertían su cabello rubio en una visión adorable. —Pensé que... íbamos a ser... sus compañeras para la eternidad. ¿Por qué...? —Poco a poco las orbes azules de sus ojos se empañaban con temor. Pero a él realmente no le gustaba que sus presas tomaran el sabor del terror... él era más refinado y prefería que sus alimentos llevaran el dulce gusto del placer, el exquisito picor de la exótica pasión naciente.

Sin embargo, tampoco le agradaba controlar la mente ni dirigir los pensamientos de sus presas. Así como en el sexo, le gustaban las mujeres hermosas, elegantes, apasionadas y, por supuesto, bien dispuestas. Jamás se había alimentado de una presa renuente. Él no era como los bárbaros de sus congéneres, que se jactaban de sus grotescas y repulsivas cacerías y dejaban tras de sí estragos, miedo y desesperación. No. Alisdair era un caballero y se comportaba como tal en todos los aspectos de su vida.

Él se llevó una mano al corazón mientras se acercaba a ella. —Realmente lo lamento, sé que era tu amiga... pero debes entender que lo hice por nosotros. —Musitó con voz acongojada.

La Pasión de tu Veneno [Tabú #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora