Un gran banquete prosiguió una vez que el discurso del ceremonial anciano terminó y fue aplaudido por todos los presentes. La música resonó con alegría como una explosión de colores terrosos y pasteles en toda la sala, las personas se empezaron a agruparse dejando libre un espacio en el centro, donde otro grupo de personas que entraba por uno de los tantos pasillos que desembocaba en el gran salón, dejaban una enorme cantidad de alimentos y jarras de vino, sobre una esterilla de paja que estiraron prolijamente en el suelo. Depositaron unos racimos de menta y laurel que emanaban un aroma fresco verde lima, que abría el apetito y regocijaba el olfato.
La misma mujer que me había dado el Muday en la habitación, se había sentado junto a mí. Era la primera vez que no estaba a punto de desmayarme así pude observarla en detalle —era hermosa— tenía el pelo del mismo color que el chocolate derretido y un sutil olor a lavandas y madera que resaltaba su belleza casi extra terrenal. Su piel era del color de las almendras recién tostadas, se veía tan suave y delicada que era difícil contener el impulso de acariciarla. También pude apreciar en mayor detalle el misterioso vapor dorado que envolvía a todos las personas que habitaban en ese extraño lugar, era como las olas volviendo de la orilla al mar, era como una caricia constante de luz que se movía frenéticamente envolviendo todo su cuerpo —Era muy hermoso e hipnótico observarlo de tan cerca— De repente colocó su mano sobre la mía mirándome a los ojos de una manera muy tierna, con una tímida sonrisa que convirtió sus labios en una pintura barroca de Vremeer.
—Es admirable ver que a pesar de que son otros los ojos que me ven, tu mirada pura e inocente siempre se encuentra ahí debajo, como un pequeño brote de flor silvestre debajo de la nieve— decía en mi cabeza con su dulce voz.
—Ah... gracias— pensé tímidamente, ya había comprendido que solo tenía pensar lo que quería decir para mantener una conversación—Discúlpame, no tengo la intención de ofenderte, pero podrías decirme quién sos—
Su sonrisa fue muy reconfortante, sirvió para calmar mi temor de haber preguntado algo que no debía. —Soy una muy buena amiga tuya, tranquilo es normal que no te acuerdes de mi aún, tu alma está un poco aturdida por el viaje. Mi nombre es Ailquetui Lliche—
Me sentí un poco tonto al no saber realmente quien era, y ella lo habrá notado porque siguió diciendo.
—Ya tendrás el momento para aprender y preguntar todas las dudas lo que te atormentan. Pero ahora es momento de comer y recuperar tus fuerzas— Me acercó una bandeja de madera llena de tortillas de maíz, tomé una y me la llevé a la boca con una avidez inocente. Una risa tímida que mi nueva amiga dejó escapar hizo darme cuenta que estaba engullendo muy mal educadamente la comida. Me acercó un cuenco de cerámica con vino junto con una sonrisa muy maternal —Comé tranquilo, simplemente me alegra ver que seguís siendo el glotón de siempre mi amigo— Luego levantó su cuenco e hizo un gesto en mi favor invitándome a seguir comiendo.
Me sonrojé por mi mal comportamiento y me esforcé en terminar de masticar lentamente el bocado que tenía en mi boca antes de hablar —Lo siento, no me había dado cuenta de cuanta hambre tenía. Siento que hacía siglos no comía nada— La miré a los ojos con vergüenza, mientras que con mi mano tomaba una costilla de cordero y me la llevaba a la boca lo más educadamente posible. Me devolvió una hermosa y amplia sonrisa llena de dientes blancos como las nubes en un día de sol. Y comenzó a comer un trocito de tortilla.
Luego de un tiempo —una hora más o menos creo— el banquete se fue terminando, y muchos de los demás comensales se fueron retirando, sólo quedaron algunos dispersos en el gran salón bastante lejos de nosotros, levantaban sus cuencos saludándome y los que se retiraban del salón, sacudían su mano en el aire y se perdían en la luz crepuscular de ensueño del pasillo por el que salían.
— ¿Así que hace tiempo que nos conocemos? Podés contarme algo de eso. Me siento un poco avergonzado de no recordarte— le dije mirándola fijamente en sus ojos color miel.
Ella bajo la vista y sus hombros se cayeron un poco. Me dio la sensación de que había tocado un tema que no debía hablar.
—No te preocupes Lincoyan, no hiciste nada mal en preguntar, es mi tarea contarte quien sos cada vez que vuelves, para que entiendas tu responsabilidad y tus habilidades, es simplemente que estaba disfrutando el momento, hacía ya cincuenta y cinco lunas azules que no te veía— me dijo, levantando nuevamente los ojos y atravesando los míos con la fuerza de una ola que te golpea por la espalda sin que la esperes —Nuestras almas vienen desde la Luna, ella nos creó desde sus propias lágrimas y el aire que le robó a su marido para que ayudáramos a los hombres y mujeres a congraciarse con el Padre de Todo para que se termine la oscuridad y frío eterno en el que estaban— Era asombroso ver en mi cabeza con todo detalle la historia que ella me contaba —Ahora el Hombre está volviendo a romper el equilibrio. Hay un nación del hombre blanco que se olvidó de sus ancestros y está destruyendo el mundo. Ese desequilibrio hace que la serpiente del mar gane fuerzas nuevamente. Aunque no es tonta, está esperando que sus aliados en los volcanes hagan bajar a los hombres de las montañas para así poder ahogarlos en el mar con sus maremotos como lo hizo en los comienzos de los tiempos mapuches—
Hasta el momento había entendido y conectado varias cosas, por más de que aún no tenía ni idea de quienes estaba hablando —En mi cabaña tengo varios diario donde hay noticias y artículos sobre algo que llaman el calentamiento global, dicen que puede haber un aumento en la altura del mar, muchas inundaciones, terremotos y muertes. Muchas cosas de las que me contás son ciertas, hay un país que está matando el mundo por perseguir sus deseos de dominar el mundo— le conté muy alarmado.
—Así es como los hombres entienden las cosas, se olvidaron de nosotros y perdieron todo el respeto. Cegaron sus ojos a sus creadores y protectores creando un lenguaje nuevo lleno de dorsos y reveses que sólo algunos pocos entienden. Le pusieron un número a todo, apagaron sus almas— la tristeza se veía en su resplandor dorado que se movía más lentamente. —Tenemos que pararlos pero no nos escuchan más, por eso estás acá con nosotros de nuevo. Sos la única esperanza para la humanidad y todos nosotros—
Me era difícil asimilar lo que me decía, era una responsabilidad muy grande para la cual no sabía ni por dónde empezar. No sabía nada más que dibujar y cuidar de la luz del faro. — ¡El faro! ¡Ya a estas alturas debe estar apagado, o destruido por esos buques humeantes!— un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral — ¡Tengo que volver! Tengo que...— su mirada me interrumpió.
—Tranquilo, de eso ya se han encargado. Ahora tu responsabilidad es re conectarte con tu alma para poder cumplir con la misión que nos encargó la Luna— me dijo tratando de serenarme y para recordarme que debía hacer cosas más importantes o eso al menos esperaban de mí —Perdón, me dejé llevar por mis pensamientos y miedos, todavía creo que no asimilo dónde estoy y que el mundo ya no es lo que yo pensaba— a medida que decía esas palabras sentía como cada letra ponía una tonelada en mis espaldas. —Es demasiada responsabilidad la que me están poniendo encima. No tengo idea ni por dónde empezar, no soy más que un simple cuidador—
—De eso ya nos vamos a encargar, es sólo cuestión de tiempo y de que nos escuches. El tiempo es lo que nos sobra acá adentro. Estamos dentro del tiempo—
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Ellos me Vieron
General FictionAquí el tiempo y los espíritus de tiempos antiguos se abrazan en una mezcla de emociones que doblan la realidad a un gusto caprichoso y distorsionado. El personaje, Cristian Calderón, tiene que descubrir su propósito en estas tierras emergidas de la...