Sólo un par de palabras escaparon de su boca.
- Harry Potter... ¿Qué se supone que haces aquí? ¿A qué has venido? ¿A intentar hundirme por venganza? ¿A reírte de mi situación actual y tu asquerosa posición heroica para nada? - la voz de Draco emanaba rabia, ira, cólera. Era la persona que menos deseaba ver en estos momentos, ese imbécil con gafas de culo de vaso, había ido pregonando su afanado trabajo de salvar el mundo y subiéndose de categoría hasta el mismo en el que él estaba.
- Sólo vine a plantearte una nueva situación - dijo con perspicacia.
Draco le miró con sus profundos ojos grises, desconfiado. Pero en su mente, algo le incitaba a seguir escuchando las palabras de aquel sujeto. Sin más ni menos bajó la mirada y escuchó atentamente lo que le quería comunicar.
- He venido a decirte que por estos momentos podemos olvidar la situación pasada y seguir un camino hacia la felicidad, sin rencores ni odios.
- ¿Para que me sirve tu palabra? Por mucha tregua que firmemos en papel y tinta la situación no mejorará. Y no tengo ganas convivir con esa panda de descerebrados que tendré que aguantar hasta que se acabe el curso.- dijo frío, sin expresión alguna. Por más que Harry especulara, siempre empeoraba la situación.
- ¿Por qué Draco? ¿Por qué no quieres que todo sea mejor?- dijo Harry algo desesperado. No quería que molestaran a el joven por errores que habían cometidos sus padres. Puede que se comportara como un imbécil, pero no le guardaba ningún rencor, es más, quería apaciguar la rivalidad y odio entre todas las casas.
- ¡Tu no sabes nada! ¡No entiendes por lo que estoy pasando! - rugió Draco, iracundo. Nadie había conseguido enfadarlo de esa manera excepto el Potter de las narices. Sólo se limitó a andar con rapidez e introducirse en el bosque prohibido, allí estaría mucho más tranquilo. Los susurros aumentaban, estaba muy cerca del corazón de esa arboleda gigantesca. Se apoyó en una de las piedras que había junto a la bifurcación del riachuelo y empezó a pensar con detenimiento todo lo que había soltado ese héroe de pacotilla.
Estaba harto de esa escuela, no sabía si quiera por que estaba matriculado el último año. Era realmente una molestia porque ni siquiera su padrino seguía vivo. Ese era el único motivo por el que permaneció tanto tiempo en ese seminario. Ya había reflexionado demasiado, así que volvería junto Theo y Blaise.
Ron había observado desde la lejanía la charla-discusión de ellos dos, Harry había acabado de un humor de perros, y con ganas de romperle la cabeza a ese peliblanco tan atrayente.
La verdad es que no sabía por qué últimamente observaba tanto a Malfoy. Era un maldito imbécil pero... "Pero nada, Ron. No pienses siquiera en esa estúpida serpiente", se dijo a sí mismo.
Pasó una hora en el corazón del bosque intentando apaciguar su ira y tras dos horas sentado en esa fría roca, lo consiguió.
Se dirigió a paso ligero hacia la sala común de los Slytherin cuando de pronto alguien le empujó.
¡Mira por donde vas, estúpido Gryffindor! - le gritó enojado. Y cuando dicho alumno se dio la vuelta pudo observar esos ojos que tanto le miraban últimamente.
L-lo siento - dijo Ron avergonzado. Tras decir aquello se marchó a paso apresurado con las mejillas demasiado encendidas.
Por su parte, Draco tenía una mirada interrogante hacia ese pelirrojo, pero tampoco le dio mucha importancia a lo que le rondaba por la cabeza.