La pequeña Leila estaba entusiasmada por salir con sus padres. La pequeña tan solo tenía 8 años de edad, no era capaz de entender el porqué de muchas cosas.
Lo único que le importaba en ese momento era que por primera vez, saldría a jugar con sus padres, no sabía a qué lugar irían, pero ella estaba emocionada con el simple hecho de estar con sus padres.
Los señores Bullock eran muy ricos gracias a la compañía que el padre de Leila heredo. Ellos eran personas muy ocupadas.
Después de tanto tiempo, los señores Bullock notaron que su hija no era feliz, aparte de que la consideraban un estorbo, debido a los gastos innecesarios que hacían por ella.
-El camino será largo, deberías dormir –sugirió su madre y Leila asintió animada.
Leila se quedó dormida en el momento en que sus suaves mejillas se encontraron con el asiento. Ella no sabía que era lo que le esperaba.
Los minutos pasaron volando, el momento había llegado. Los padres de Leila salieron del vehículo, sin embargo la pequeña seguía dormida.
Frente a la camioneta se encontraba un hombre como de 50 años esperando ansiosamente, este era gordo y se notaba que no le gustaba asearse, cuando visualizo a los padres de Leila se acercó sin dudarlo a ellos.
-Espero que sea lo que me prometieron –se quejó el hombre.
-Claro que si –afirmo la mujer. Ve por Leila –le ordeno su esposa.
El hombre dudo por un momento, no confiaba en ese viejo, pero no tenía otra opción. Según su esposa, Leila sería por fin feliz.
Con delicadeza, tomo a su pequeña entre sus brazos y la cargo hasta donde se encontraba en viejo, cada paso era más lento, mientras caminaba, más se arrepentía, no deseaba separarse de su pequeña Leila.
-¿Qué rayos te pasa hombre?, trae a la niña –se quejó su esposa.
El hombre se detuvo en seco. –No quiero, ella es mi hija.
La esposa se burló. –Ni siquiera cuidas de ella, no seas hipócrita.
-No, no lo he hecho, pero eso me hizo darme cuenta de lo mucho que la quiero y de lo que sentiría si la pierdo, a partir de ahora seré un buen padre para ella –sonrió dulcemente mientras veía a su hermosa hija.
-Tú, maldito...
Leila se despertó en el momento en que escucho en terrible ruido, pero al momento volvió a perder la noción debido a que su padre la tiro al suelo.
El viejo le había disparado a su madre, su padre estaba tan molesto, tan frustrado, triste. Lo único que deseaba era acabar con la vida de ese viejo marrano, pero fue torpe y eso le costó la vida.
La pequeña había perdido a sus padres y no lo sabía.
El viejo la cargo como costal de papas y la llevo a su horrible choza, donde se encontraban más jovencitas.
(...)
-¿Dónde estoy? –se despertó la pequeña Leila.
-Por fin despiertas niña –escucho una voz muy grave. Leila se exalto y salto de la cama donde se encontraba.
-¿Quién eres tú? –pregunto asustada. Quiero a mis padres –exigió.
-Eres muy berrinchuda niña, te dejare en claro un cosa –dio una pequeña pausa y se señaló con su dedo pulgar. –Yo soy tu nueva familia.
-¡NO!, ¡Tú eres un viejo feo y gordo!, ¡No te quiero! –grito la pequeña.
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El castigo de un demonio
EspiritualMaldigo el día en que la conocí. Debí haberla matado cuando pude. Ahora debo pagar las consecuencias de mi cobardía...