Capítulo 1: No saber adaptarse.

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Después del peor intento de atraco en la historia, Simón y Sheila lograron llegar a la frontera con México, provenientes de Los Ángeles, California. Una vez ahí, les esperaba una fila de más de tres horas para cruzar. Ese tiempo estaba dentro de lo común, pues fácilmente se podía incrementar a causa de una amenaza fantasma, un atentado terrorista o algo similar en el país de las barras y estrellas. Así que, más les valía tener paciencia.

Ya en tierras mexicanas, los fugitivos estaban exhaustos, pues habían realizado un recorrido de más de doce horas. Desde el asalto frustrado, sólo pararon cuando su vehículo se volcó, accidente del que por suerte, salieron ilesos y con la posibilidad de escapar. Después de eso compraron un auto usado, regresaron por los documentos migratorios de Sheila y dejando atrás una segunda persecución, tomaron la ruta más rápida hacia Tijuana.

Antes de buscar un hotel dónde alojarse, Simón decidió buscar algo para comer, ya había caído la tarde y necesitaba reponer energía. Bajaron del vehículo y caminaron hacia un parque rodeado por negocios de todo tipo, mientras Sheila se sentó en una banca a esperar, él se dirigió a comprar algún tipo de comida rápida.

—Burritos, ¡odio los burritos! —exclamó Sheila cuando vio regresar a Simón—, ¿por qué no trajiste otra cosa?

—Si no los quieres, no te los comas.

—Pero tengo hambre.

—Pues entonces, cómetelos.

—¡Pero no me gustan!

—Dámelos.

—¡No!, no me gustan pero tengo hambre.

—Come y cállate.

—¿Qué trajiste de tomar?

—Cerveza.

—¡Cerveza!

—¿Qué tiene?

—¿No hubiera sido mejor agua o algo parecido?

—Tomo cerveza cuando que se me da la gana, si no te parece ya sabes lo que puedes hacer.

—¿De qué son los burritos?

—Frijoles.

—¿Frijoles? odio los frijoles, odio las tortillas. ¡Odio los frijoles con tortillas!

—Pues te vas acostumbrando porque estamos en México y eso comen aquí, la gente adora los frijoles. A mí me gustan —para rematar la frase introdujo la mitad del burrito a su boca, luego intentó masticar aquella revoltura que era demasiado pastosa para tragar, dio un sorbo a la lata de cerveza pero casi todo el líquido se derramó y terminó en su camisa.

—Odio México, porqué teníamos que venir aquí, si la idea es escapar podríamos ir más lejos. Además Tijuana está muy fea, no me gusta, no me quiero quedar aquí.

—No tenemos muchas opciones, además nada te parece —balbuceó con la boca llena.

—Pues no me parece que estemos aquí, comiendo esta porquería en la calle que además apesta, ¿porqué no vamos a un restaurant?

—¡Sí claro!, y con qué dinero, como sabrás tu gran motín sirvió para comprar el auto y llenar el tanque. Lo que nos queda no alcanza para lujos y no sabemos cuánto tiempo tendremos que estar aquí.

—Pero podemos conseguir más dinero, se supone que tú eres un experto para eso.

—Obvio que lo soy, pero para hacerlo bien se requiere tiempo, de lo contrario terminas haciendo estupideces —dio otro trago de cerveza y se acomodó en la banca del parque público donde se encontraban, mientras intentaba dar un masaje a su cuello que desde el accidente no podía moverlo con facilidad.

—¿Me estás diciendo estúpida?, sólo quería impresionarte.

—¡Y mira que me impresionaste! —soltó una risa sarcástica, limpió sus los labios y arrojó al piso la envoltura de papel del burrito que se había terminado—, ¿te lo vas a comer o no?

—¿Ahora te burlas mí? —respondió en tono de reclamo, al tiempo que azotó el burrito sobre la banca.

—Pudiste haber hecho cualquier otra cosa, lo que fuera, ¡pero tenías que meterte en mi fuente de trabajo!

—Ese no era un trabajo —se cruzó de brazos y renunció por completo al burrito y la bebida, mientras que Simón los tomó y se dispuso a comer.

—Para mí lo era, me daba el dinero suficiente y la pasaba de maravilla. Era perfecto, hasta que tú lo echaste a perder —de un trago terminó el contenido de la lata, una vez vacía, la apretó con fuerza y lanzó hacia un bote de basura que se encontraba cerca.

—Pues no fue mi culpa que las cosas salieran tan mal. Lo viste con tus propios ojos, soy capaz de ser una gran estafadora. La próxima saldrá bien y te lo voy a demostrar.

—¡Ni se te ocurra!, no se te ocurra volver a hacer la misma estupidez —ante de poder continuar hablando se atragantó y empezó a toser.

—¿Porqué no valoras el hecho de que lo hice por ti?, lo hice para demostrarte que te amo.

—No empieces —tomó su cabeza y apoyó los codos sobre las rodillas, el dolor causado por la contractura en el cuello comenzó a extenderse por toda su espalda.

—Y sé que también tú sientes algo por mí.

—A ver —levantó la cabeza y volteó a ver a Sheila—, te lo voy a repetir una vez más, ¡fue sólo una sola noche!, que además ni siquiera recuerdo.

—Dijiste que me amabas.

Mi doble vida (TLNVL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora