Do Kyungsoo

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— ¿Qué es lo que te dijo tu jefe?

— Que es mi única oportunidad.


El chico, que ya venía manteniendo la vista baja desde que había cruzado la puerta del lugar hasta que se hubo sentado, jugó con la pajilla de su bebida y no tardó en darle un sorbo, soltando enseguida un suspiro que dejó en evidencia cuán afligido y frustrado se sentía respecto a su situación actual.

Cuando había comenzado aquella carrera en la universidad, jamás se le había pasado por la cabeza que ejercerla luego sería tan problemático. Él siempre había sido el tipo de chico que pensaba que, si se esforzaba lo suficiente, podía llegar a tenerlo todo. Su madre le decía de pequeño que él podía ser todo lo que quisiera, y quizás haya sido por eso por lo que el chico había crecido pensando que, si se lo proponía, podía hasta llegar a ser invencible. Do Kyungsoo era un soñador empedernido, un ciego lleno de ilusión desbordante y un idiota demasiado apasionado. Un pequeño iluso al que la realidad le golpeó de manera bestial en medio de las narices, sin darle la oportunidad de ponerse siquiera en guardia. Y el joven habría preferido seguir sumido en sus sueños, seguir siendo un pequeño niño inocente pero, en ningún caso, ser el sujeto que se encontraba parado en medio de una nada muy negra luego de haber sido rematado por un algo que todavía no llegaba a comprender del todo. Habría preferido ser aquel al que le dijesen que no todo podía salirle como quería, que quizás esforzarse no fuera suficiente para algunas cosas, o ser, de entre todas esas cosas, ser quien, a pesar de haberle salido todo mal y de haberse venido abajo casi sin intención de levantarse de allí jamás, sabía que iba a tener a alguien a su lado, apoyándolo y diciéndole cosas como que todo iba a ir bien porque iban a salir de aquella juntos.

En su vida, jamás había pensado en rendirse. No hasta ese momento. No hasta que había llegado un punto en que, con sudor y lágrimas contenidas, había comenzado a arrastrarse de rodillas por el sólo hecho de seguir hacia adelante. No hasta que había visto cómo la única persona que le había llenado de sueños hermosos su cabeza había sido destinada a quedarse irremediablemente atrapada y sin salida alguna en una camilla de hospital.


No hasta que la realidad había golpeado su rostro con fuerza.


Y ahora que todo había estado yendo muy bien, que todo esfuerzo y dedicación había parecido por fin tener un rumbo fijado, lo volvían a poner a prueba. Sin dejarle prepararse, sin permitirle procesarlo primero pero, esta vez, advirtiéndole que sería su única y última oportunidad. Una que podía darle miedo por la incertidumbre de lo difícil que podría ser cumplir esa tarea pero que no iba a dejar pasar ni aunque lo amenazaran con un machete de pronto. Porque él ya había tenido bastante. Ya se había cansado de ser siempre el que no podía decidir; el sorprendido. Ahora lo que más quería era sorprender a los otros él, y no lo iba a lograr si no le ponía esfuerzo, dedicación y, sobre todo, agallas.


— Wow —soltó su mejor amigo, Baekhyun, casi en tono de broma—. Quién diría que ser un freak sería tan complicado.

— No soy un freak, Baekhyun.

— Claro, sólo eres muy apasionado.

— Lo dice el que mira comedias románticas a media noche con un pote enorme de helado de chocolate y luego llama a su gigante novio para llorarle cosas al oído.

— La pasión en una relación es totalmente válida.

— No cuando sale de ti y tu boca llena de helado. Eso da pena.

¡Ponte en mis zapatos! (OS/Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora