La época de los exámenes se acercaba y la concentración seguía oculta en mi cabeza. Quedaban unas pocas semanas para acabar el curso y lo único que necesitaba era descansar y así poder desconectar un poco de la rutina, de los recuerdos que Lucas había dejado hace ya algún tiempo.
Mis amigos no paraban de intentar animarme, sacarme de casa, pero yo no tenía ganas de ver todos los sitios que había compartido con aquél chico que un día rompió mi corazón. La verdad es que sabía que algo iba a pasar. Tenía esa corazonada y últimamente nunca fallaba cuando pensaba que iba a suceder algo diferente.
Las semanas pasaban lentas y yo iba reteniendo información de todas las asignaturas a ver, si así, mejoraba un poco la media, aunque no tenía ni idea de que carrera hacer, como ahora. Estaba haciendo el bachillerato de ciencias sociales porque de cierta manera es el más neutro, aunque realmente, siempre me había gustado más todo lo relacionado con la ciencia, quería ser cirujana o algo así. A pesar de todos los esfuerzos mi media no subió del ocho y medio, así que tenía menos opciones entre las que elegir, pero eso es otra historia, todavía quedaba un año para ir a la universidad.
Durante los primeros días de verano la historia no cambió mucho, mi sonrisa seguía rota y bueno, lo único diferente es que aprendí a fingir estar mejor delante de la gente... Mi clase era un poco anárquica y decidió hacer la fiesta de fin de curso en julio . No tenía ningún vestido que me gustara especialmente, así que pasé el día el día anterior a la cena con mi madre de compras.
Nos fuimos a Zaragoza, nuestra capital, no sabíamos muy bien a que tiendas ir así que nos acercarnos a Puerto Venecia. Nos pareció lo más lógico ya que hay muchos estilos y tiendas diferentes. Además, tiene un lago y unos cafés que consiguen alejarte de tu vida y simular un poco a los centros comerciales de Estados Unidos, cosa que siempre me ha gustado. Primero decidimos ojear todas las tiendas, inside, mango, bershka... incluso decathlon y décimas. Así pasamos toda la mañana, mirando y no comprando, después decidimos ir a comer una pizza a la cafetería que está cerca del lago y a mi madre se le ocurrió la fantástica idea de alquilar una de las pocas barcas que quedaban libres y comer flotando en el agua. Nos reimos bastante, lo recuerdo bien, no conseguíamos estar más de cinco minutos sin reír como niñas y fue entonces cuando me di cuenta de que con o sin Lucas yo me merecía ser feliz, tenía cerca a mucha gente que me apreciaba y no se merecían que yo dejara de ser por algo que alguien había decido hacer conmigo. Por la tarde volvimos a las mismas tiendas y empecé a comprar, me compré un vestido negro con lentejuelas y distinguido por su magnífico escote, era un poco ceñido así que pronto me arrepentí de toda la pizza que me había comido unas horas antes. Luego, me compré varios pares de zapatillas y zapatos, veinte camisetas, alguna sudadera, aunque en este tiempo poco las iba a usar la verdad, pero tengo debilidad por ellas. También me compré pantalones de todos los tamaños y colores y por último, mi madre me regaló un collar de oro precioso. Casi a las diez de la noche acabamos de comprar y fuimos a visitar a mis abuelos, mi tío también estaba en casa así que todavía nos alegramos más, nos invitaron a cenar a un bar que está cerca de su casa para así no tener que cocinar y realmente, volví a ser feliz. Era tarde así que nos quedamos a dormir en su casa y por primera vez en mucho tiempo, dormí como una niña pequeña. Me desperté con una sonrisa dibujada en mi rostro y con muchas ganas de comerme el mundo en la cena de esa noche.
Entre el viaje de vuelta y mis ganas de bailar como bailaba antes, las horas se pasaron volando y casi en un abrir y cerrar de ojos ya estaba cenando con todas aquellas personas, la verdad es que solo me llevaba bien con cinco de las veinte personas que éramos, pero eso no me importaba, al menos por aquel entonces. Pensábamos haber ido a los bares, pero Marcos nos ofreció ir a su huerta, poner música y bañarnos en la piscina. Al principio de la fiesta, la música era muy movida y todo el mundo empezó a beber, yo no tenía muchas ganas así que decidí pasar una noche sana, aunque eso poco iba a durar. Jugamos a un juego coloquialmente conocido como "Yo nunca" que consiste básicamente en emborrachar a todos los participantes, no teníamos bikinis y el alcohol nos hizo bañarnos en ropa interior delante de gente con la que apenas cruzábamos dos palabras, pero a pesar de todo eso, de la vergüenza, de las inseguridades que tenía, esa noche la chica más feliz y nadie posía estropearlo.
Marcos había sido mucho más que mi mejor amigo y me notó distinta, así que me sacó a bailar y entre copa y copa, entre paso y paso, me dijo que seguía enamorado de mí, que mientras estaba con Lucas se había intentado olvidar de todo, pero no podía. Yo pensé que era culpa de todas las copas que llevaba así que no le di mucha importancia y me limité a bailar con él, como antes.
A la mañana siguiente mi cabeza daba vueltas y apenas recordaba lo que había pasado la noche anterior, pero al ver todas las fotos me arrepentí mucho de los cuatro últimos chupitos.
A la mañana siguiente me desperté temprano porque había quedado con mis dos mejores amigos para correr, León y Mario. Cuando necesitamos hablar solemos hacer deporte y así matamos dos pájaros de un tiro, aunque ese día casi me matan a mí.
Por la tarde mi hermano dijo que estaba pensando en mudarse y aunque me pasaba diez años y sabía que eso tarde o temprano tenía que pasar, sentí como mi corazón se paraba. Iba a echarle muchísimo de menos, la verdad. Nunca he sido de demostrar las cosas así que supongo que no sabe lo mucho que significa para mí, de hecho, siempre estamos discutiendo y sacando lo mejor de nosotros, aunque dicen que eso es lo que hacen los hermanos, discutir y a pesar de ello, seguir al lado el uno del otro.
El resto del verano ha sido prácticamente igual, haciendo deporte y de fiesta en fiesta por la noche, quería vivir mis últimos días de dieciséis lo más feliz posible así que tenía que hacer aquello que me apeteciese, o eso creía al menos.
Realmente no recuerdo bien porqué, pero las cosas empezaban a ir bien. Lo que no sabía era todo lo que iba a pasarme a partir de ese momento.
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Tan real como la vida.
Ficção AdolescenteUna joven de dieciséis años ha experimento el amor en todos sus sentidos, creyó tocar el cielo y en cambio, sintió el suelo. Pero no hay dolor que dure para siempre, ¿verdad?