Capítulo 1: Daisy

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Me despierto por el sonido de la puerta de casa cerrarse, lo cual significa que mi madre ha vuelto de la compra y que ya va siendo hora de levantarme. Me aseo, me pongo mi vestido favorito con unas bailarinas y dejo que mi pelo rubio caiga sobre mis hombros. Me miro al espejo y observo la horrible cicatriz que tengo en medio de la cara, y como siempre hago la intento disimular con algo de maquillaje.

Bajo a desayunar y me encuentro con algo que no me esperaba. Hay un chico más o menos de mi edad al lado de mi madre. Cuando me ve bajando las escaleras me dedica una sonrisa. Me fijo bien en su cara y confirmo que no lo conozco de nada. Ni siquiera me suena, y en el pueblo todos somos amigos. Tiene que ser un extranjero, lo que me hace preguntarme que a que se debe su presencia en mi casa. Decido sentarme en la mesa y desayunar y así además poder escuchar su conversación.

-Debe de ser horrible todo lo que has tenido que vivir.-le dice mi madre con la mirada llena de compasión mientras le pasa una bolsa en la que acaba de meter algo de comida.

Posiblemente se quedó sin recursos y está aquí porque mi madre se ofreció a darle de comer. Es demasiado generosa...

-Desde luego lo ha sido señora. Aún encima ha sido en vano, la he perdido. Ella era mi vida.-los ojos del extraño comienzan a llenarse de lágrimas y mi madre le abraza.

-¿Y ahora que vas a hacer?

-Pues no lo sé, la verdad. Tendré que buscar a gente como yo, que luche por cambiar esto. Personas que busquen rescatar la magia y destruir este gobierno que nos oprime.

Los ojos de mi madre se abren como platos y yo sé por qué. Y no me parece una buena idea lo que se le ha ocurrido. Para nada.

-Bueno, Connor, si lo deseas podrías quedarte aquí. Te presentaré a gente que puede ayudarte con tus propósitos.

-Pero señora...No quiero ser una molestia, enserio.

-No lo eres cielo. Y puedes llamarme Anna.-le dedica una de sus grandes sonrisas y deja mi desayuno, el cual estuvo acabando de preparar mientras mantenía la conversación, encima de la mesa.

El desconocido, que parece llamarse Connor, le da las gracias una y otra vez y mi madre le dice que se siente conmigo mientras ella le prepara una habitación.

Connor asiente y hace lo que mi madre le dijo. Le observo muy fijamente y examino cada uno de sus rasgos, lo que parece intimidarle, pues aparta la mirada.

-¿Cómo te llamas?-me pregunta tímidamente.

-Tú primero, eres el que está en mi casa.-mis palabras hacen que se ponga más nervioso aún, si es que eso soy posible.

-Me llamo Connor.

-¿Qué haces aquí Connor?

-Escapar. Escapar del gobierno, para ser más exactos. Utilicé la magia para ayudar a mi hermana, era cuestión de vida o muerte. Ellos lo vieron todo y la asesinaron. Intentaron hacer lo mismo conmigo, pero logré escapar.

Asiento lentamente. Su vista está clavada en la mesa, no me mira a los ojos. Parece querer olvidarse de todo, pero no puede. Nos pasamos unos minutos en silencio mientras yo acabo de desayunar.

-Yo me llamo Daisy.-respondo a la pregunta que Connor me había hecho anteriormente y él me sonríe levemente.

Mi madre regresa y me pide que ayude a Connor a llevar sus cosas a la que ahora es su habitación y decido no protestar.

Cuando acabamos de dejar más o menos todo ordenado se escucha el timbre sonar y voy a abrir. En la puerta se encuentran dos de mis mejores amigas, Diana y Harriet, las cuales pasan a dentro.

Cuando ven a Connor se sorprenden al igual que hice yo en su momento, pero a diferencia de la reacción que tuve yo, Diana le dedica una sonrisa coqueta y veo como el chico ríe tontamente. Miro a Harriet y veo como ella también está como medio embobada mirándole. La verdad es que no me había fijado, pero Connor es bastante guapo. Sus ojos son de ese color café que parece que pueda quitarte el sueño, y lleva su pelo castaño claro despeinado lo cual inexplicablemente le hace ver más atractivo aún. Sin embargo, yo le puedo ver más defectos que cualidades, con lo cual no se me contagia la actitud de mis amigas. Ni que fuese para tanto.

-Hola, soy Diana y esta es Harriet.

En las miradas de ambos puedo ver la atracción mutua. Me limito a opinar.

-Yo soy Connor, encantado.

Le guiña un ojo a Diana y esta se pone ligeramente colorada. Menudo tipo enserio...

-Bueno, señoritas. Si no os importa, me iré a mi habitación. Llevo recorrido un largo viaje y necesito descansar.-Connor se despide y se va.

Diana, Harriet y yo nos sentamos en el sofá-

-¿Quién es? Es muy guapo.-pregunta Diana.

La verdad es que me esperaba que me dijese algo así.

-Se llama Connor y va a vivir en mi casa. Un extranjero que necesita donde quedarse, nada relevante.-le respondo.

-Yo creo que a Diana le interesaría saber si tiene novia.-comenta Harriet entre risas haciendo que la nombrada se ruborice.

-No estaba coqueteando Harriet.-inquiere algo molesta. Me da la risa. No se le notaba ni nada...

-Está aquí porque necesita donde quedarse. Es un viajero que se quedó sin recursos y ya sabéis como es mi madre.-digo respondiendo a la pregunta que me había hecho Diana anteriormente.

Decido que voy a omitir cualquier parte que tenga que ver con la magia, no vaya a ser que que se corra la voz y esto nos ponga en peligro.

Nos quedamos hablando en el salón durante un rato hasta que llega la hora de la comida y ambas se van. Me pongo a preparar la mesa mientras mi madre, con ayuda de Connor, hace la comida. Se cierra la puerta y entra mi padre. Se queda mirando a Connor y le saluda.

-¿Es tu novio Daisy? Ya iba siendo hora de que me lo presentases.-dice con un tono burlón. Mira que le gusta molestarme...

-No papá. Es más, está aquí por ti y no por mi.-le contesto.

-Oh, bueno. Encantado, soy Roger.-dice mi padre mientras se sienta a la mesa y nosotros tres le imitamos.

-Yo soy Connor, encantado igualmente.

-Cariño... Este niño es de los tuyos. Cuéntale lo que me contaste a mí, Connor.-dice mi madre y Connor comienza a relatar lo que ya nos contó a ambas.

-Pues hijo... Estás en el lugar adecuado. Estás hablando con el jefe de un grupo rebelde. ¿Desearías unirte?-le pregunta mi padre.

Connor asiente con una sonrisa en la cara.

-¿Seguro? Pues ya comprobaremos si tienes las agallas.-añade mi padre con una sonrisa maliciosa en la cara.

Connor le mira sin entender. Que se prepare, no sabe lo que le espera.

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