Joya mojada en un camino exótico

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     Para la ocasión, vestía un traje blanco con delicados detalles y brocados de plata. La capa pálida que estrenaba tenía el broche hecho con la exótica piedra de aguamarina, que combinaba con su corona. Su madre siempre le había dicho lo bien que le quedaba ese color, y Tooru lo llevaba en todas las ropas que podía, junto con la plata y el oro. Pero no importaba que su armario valiera más que el reino en sí mismo, porque la confianza no podía ser comprada. No esta vez.

Amaba a su hermana. Sabía de sus planes incluso antes del festival de primavera, donde se daría lugar al torneo por la mano de la princesa. Para ese entonces, ella ya estaría casada con el noble del cual llevaba enamorada tanto tiempo. Poco sabía del tórrido romance que mantenían, pero le fue suficiente saber que llevaban años siéndose leales a pesar de toda dificultad. No era como si Tooru tuviera alguien en mente; era cuestión de tiempo para que su casamiento fuera arreglado, igual le daba quedar comprometido con una familia u otra.

Y luego de todas las discusiones, de todos los gritos de indignación y decepción, la familia Oikawa terminó aceptando al noble, incapaz de romper el juramento sagrado que habían hecho ante los ojos de los dioses. Por lo tanto, Tooru se casaría con el afortunado victorioso del festival, puesto a que el padre del misterioso ganador no tenía hijas. Tooru sabía que era cuestión de tiempo antes de que buscaran la manera de romper la alianza sin quedar mal, ya que el matrimonio no se concretaría entre dos hombres. Mientras tanto, el príncipe había solicitado una caminata con Tooru, vaya a saber uno para qué. Tal vez provenía de una tierra de aquellas donde no se tomaba muy en serio a los dioses y realmente pensaba que se casarían.

Por el momento, los Oikawa no tenían más remedio que aceptar con tal de no realizar ninguna ofensa al otro reino. Sólo por el momento.

Y allí estaba Tooru, impecable y glorioso, a punto de dar una vuelta con quien fuera que hubiese ganado. Poco le importaba, pero su padre insistió un millar de veces lo vital que era tener buenas relaciones con el resto del mundo y como su heredero, Tooru quería aprender a hacerlo bien. En general no tenía problema: era encantador y acostumbraba a tener al pueblo besándole los pies. Pero no era lo mismo ser amado en sus tierras que hablar con extranjero. La confianza se le escapaba por cada minuto que esperaba el arribo del otro príncipe.

Su nombre era Iwaizumi Hajime. A pesar de tener nombre y rasgos de las cercanías, venía de muy lejos. Podía suponerlo por el color bronceado de su piel y los ropajes que poco tenían de la realeza. Estaba tentado a ofrecerle una muda limpia y acorde a su posición, pero se abstuvo por miedo a que el príncipe lo considerara una falta de respeto. Incluso si su presentación no era la mejor, Tooru debía aceptar que el porte era envidiable por cualquier caballero. No le extrañaba que hubiese salido victorioso en el festival, mucho menos le sorprendería si provenía de un clan guerrero. No era lo que las mujeres llamarían hermoso, pero había algo atractivo en él que Tooru no lograba descifrar qué era.

― Podemos pasear por los jardines del castillo ―sugirió antes de echarse a caminar―. En esta época, las flores de loto están preciosas.

― En realidad ―dijo él, más interesado en observar la lejanía del castillo― estaba pensando en El Paso de los Caminos.

― Como le plazca.

Ser condescendiente y amable. Su padre estaría orgulloso. No era raro que hubiera elegido aquel destino, no obstante lo sorprendía. Había lugares más agradables que El Paso de los Caminos, que ya no era utilizado como ruta hacia otros dominios porque gran parte del mismo fue devorado por el bosque, además de las leyendas que se crearon alrededor del mismo.

Pero Hajime quería pasear por allí y Tooru debía complacerlo.

El príncipe misterioso, Tooru y su escolta se dirigieron a El Paso de los Caminos. En la antigüedad había sido un sitio muy transitado, cuyas bifurcaciones llevaban a diferentes tierras; los caminos desembocaban en cada una de las fortalezas y castillos del mundo entero.

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