•A Drop In The Ocean•

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El mayor deseo de James Potter era tan estúpido e imposible como que llueva en un desierto. Lily Evans lo detestaba. No, lo odiaba. No quería ni verlo. ¿Cómo podía ser posible entonces que terminaran juntos? 

Pero James no se iba rendir. Resistiría, porque Lily era su cielo. 

Aunque las posibilidades de que Lily lo amara eran del tamaño de una gota en el océano, o de la importancia de un pequeño cambio en el clima, él no quería darse por vencido. Como un Gryffindor, quería seguir luchando, sin importar que las circunstancias fueran terriblemente malas. 

Lily le decía que la dejara en paz, pero James todavía no podía. La mayoría de las noches casi no dormía. Pensaba en ella, cómo hacerla feliz. Incluso lloraba por Lily.

James supo que la amaría desde la primera vez que la vio. Tan segura y leal, defendió a su amigo, a pesar de ser el idiota de Quejicus. En primer año James se enamoró de ella, y seguía siendo el hombre que amaba a esa mujer como si todavía fueran niños. 

Pero comprendió que no habían oportunidades en séptimo año. Finalmente le había dicho a Lily lo que sentía, le había preguntado por qué nunca le creyó. Y ella sólo gritó:

—¡Porque eres un mujeriego! Al día siguiente te irías con otra. Sólo quieres ganarme, como si fuera un trofeo. Además, ¡no te amo, ni me gustas!

James sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. No habían posibilidades. Imposible. Eres un idiota, se repetía, ¡claro que diría eso! 

Salió corriendo, y se encerró en el cuarto que compartía con Sirius, Remus y Peter. Afortunadamente, ninguno de ellos estaba ahí. 

Lloró. No lo hizo sentir mejor, pero ¿qué más podía hacer? La mujer que amaba le había dicho que nunca estarían juntos y, aunque quería gritar, de su boca sólo salían sollozos ahogados.
Media hora después, levantó la cabeza. Se secó las lágrimas y respiró hondo. Era demasiado tarde para llorar, pero estaba demasiado roto como para seguir adelante.

No quería salir del cuarto, así que se recostó, e inmediatamente se durmió. En sus sueños aparecía la sonrisa de Lily, una broma que había hecho tiempo atrás con los Merodeadores y una boda con esa pelirroja que conocía demasiado bien. Tan bien que dolía.

Despertó por los gritos de Sirius, que no paraba de sacudirlo.

¡Cornamenta! ¡James Charlus Potter! ¡Despierta!

Abrió los ojos, y al ver a Lily allí, los volvió a cerrar. Se estaba volviendo loco, ¡veía a Lily por todas partes!

James, despierta, por favor. Debo hablar contigo.

Definitivamente se estaba volviendo loco. ¡Incluso escuchaba su voz! Volvió a abrir los ojos, y vio a Lily allí otra vez. Se los refregó, y ella seguía allí. Se pellizcó, y Lily no desapareció. ¡No estaba loco, Lily estaba allí!

Se levantó de un salto, y se revolvió nerviosamente el cabello.

Lily rodó los ojos. 

—Sirius, podrías irte, ¿por favor?—preguntó ella, volteandose hacia donde estaba Sirius.

Él bufó y se marchó.

—Lo lamento—dijo Lily.

James alzó las cejas.

—¿Por qué?

La pelirroja bajó la mirada.

—No es verdad lo que te repetí todos estos años—James sentía su corazón palpitando con fuerza, mientras Lily seguía hablando—. Sí me gustas. ¡Pero mi estúpido orgullo me decía que eras un mujeriego!—Los ojos de Lily tenían unas cuantas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. James quería abrazarla y decirle que no llore, que nada importaba, pero parecía más prudente quedarse quieto—. James, te amo. No sé si tú me quieres, pero si no lo haces, ¡finge! James, te quiero. De verdad.

Él estaba estupefacto, pero se acercó a Lily y le secó las lágrimas. Cuando ya le había secado todas, la besó. Fue un beso lleno de amor, un amor que Lily había ocultado por muchos años, y que James se había esforzado demasiado en demostrar.

Al separarse, se sonrieron. Ese amor imposible, que tenía tantas probabilidades de suceder como una tormenta en el desierto, había sucedido. Y, aunque no tuvieron mucho tiempo para vivirlo, fueron los mejores años de sus vidas. Simples, pero llenos de amor. Peligrosos, pero cargados de cariño.

James y Lily Potter murieron por amor. Fueron valientes, leales y amables, hasta el final. Por eso, nunca morirían realmente. Serían recordados como los padres del niño que vivió, gracias a su amor y sacrificio.

One-shots || JilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora