2: El Spy Bar

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Alice llegó a la cita con un estudiado retraso de diez minutos. Su experiencia con encuentro de aquel tipo le aconsejaba no aparecer en primer lugar.

El estado hipnótico de quien espera hace que , una vez localizado por el extraño, ya no pueda huir. Ha sido visto y reconocido por el que viene a su encuentro. Ha sido visto y reconocido por el que viene a su encuentro. En cambio, quien llega tarde caza al primer vistazo a su víctima y, en caso de no interesarle -las decepciones respecto a la foto de perfil están a la orden del día-, puede desaparecer antes de ser detectado.

Este no fue le caso de la primera cita de Alice aquel enero gélido. Tras aparcar su bicicleta en la puerta de Spy Bar, entró con parsimonia en el local cercano a la céntrica plaza Stureplan.

Bajo el abrigo se había puesto un vestido negro, que era ajustado y corto para compensar su escaso metro sesenta y cinco. Se había depilado antes de enfundarse unos leotardos rojo y unos botines. Una boina ladeada completaba un Look más propio de una Treintañera cultivada. Aquel era el objetivo.

el local tenía aspecto de una decadente mansión burguesa. Estaba cubierto de cuadros de marcos dorados, con cortinas verdes que separaban las estancias de techos altos.

A aquella hora aún no había llegado la marabunta esnob que ponía el bar a reventar. Por eso mismo no le fue nada dificíl verle.

Apoyado de espaldas contra la barra de madera oscura, Vincent saludó con la mano a la recién llegada, que frenó su avance al saberse descubierta tan pronto.

"Tiene que ser Gay", se repitió Alice ante aquel adonis de mirada magnéticamente Azul. Era aún más esbelto de lo que había supuesto al ver la fotografía. El abrigo largo abierto permitía adivinar un torso delgado y flexible tras el fino jersey de punto. Llevaba unos pantalones de cuero negro que debían de costar una fortuna y unas botas altas del mismo color.

Tras confirmarse mutuamente sus nombres, Vicent le dio la mano y le preguntó qué quería tomar. Los ojos de Alice se desviaron hacia la bebida de él que descansaba sobre la mesa: una copa devino tinto. Pidió lo mismo y, para disimular su nerviosismo, le interrogó:

-¿Llevas los ojos pintados?

-Lo parece, pero no -sonrió mostrando una dentadura impecable-. Esta raya negra debajo de los ojos debe de ser un defecto de nacimiento.

-No es ningún defecto, te favorece mucho.
-Gracias, Alice. ¿Buscamos una mesa?
Mientras sonaba una melancólica canción de Gravenhurst, entablaron una conversación ligera que tuvo como punto de partida las diferencias entre sus respectivos países y Suecia.


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⏰ Última actualización: Jan 03, 2017 ⏰

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