Prólogo

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¡BUUUM!

Caí al suelo con una fuerza increíble, que me sorprendió que no me haya roto algo. Él se acercaba peligrosamente hacia mi, sentía sus pesadas pisadas chocar contra el suelo de madera. Respirando aceleradamente y entre cortadamente, moví un poco la cabeza para ver cómo él lanzaba contra mi estómago la botella de vidrio vacía de cerveza. El impacto causó que algo en mi me estremeciera, pero estaba contenta en un grado mínimo saber que los vidrios partidor y afilados no habían roto mi piel, todo gracias a la chaqueta que traía puesta para calentar mi piel y protegerla del frío de invierno. El se quejó al ver que no me había sucedido nada con la botella. Vi sus ojos, estaba ebrio. Sus oscuros ojos estaban impregnados en sangre por el alcohol que tenía él en su cuerpo. Me pateó cruelmente las costillas, quitándome el aliento y haciéndome gritar por el dolor del impacto de su zapato. El rió, mientras caminaba hacía una silla. Se sentó en ella y me miró.

—Eres tan estúpida. Supongo que eso te enseñará a que debes lavar los platos antes de que yo llegue a casa.

Respiraba entrecortadamente, la sensación de tener a tus pulmones intentando recobrar el oxígeno perdido por el golpe era increíblemente dolorosa. Gimiendo, intenté ponerme de pie, pero de inmediato caí por el dolor de mi pecho. Fue ahí cuando supe que me había roto otra costilla más, no era primera vez que me pas rompía. Sacando fuerza mental y física, volví a intentarlo y me levanté, tambaleándome. Me afirmé de la mesa desgastada de madera para evitar caerme. Bajé la vista.

—Lo siento padre.

—Vete, no te quiero ver aquí. Y si no sabes, no te has ganado tu comida esta noche.

Asentí, ignorando el dolor de mis costillas, caminé hasta mi pequeña habitación. Me tiré cuidadosamente en la cama, mientras buscaba bajo mi almohada... una gasa elástica. Me la coloqué sobre mis costillas, apretando firmemente y evitando así más daño en mi interior.

Yo debía de subir este tipo de abuso casi todos los días, pero no podía detenerlo, no tenía la fuerza para hacerlo. Él era mi padre, y haría todo por mantenerlo a salvo.

Su alcoholismo comenzó cuando mi madre murió. Yo para ese entonces tenía 12 años, y no entendía porqué mi madre nos había abandonado de esa forma. Mi madre esa misma tarde había salido a comprar algunas cosas para la casa, un auto no alcanzó a frenar y terminó atropellándola y quitándole la vida. Papá cayó en un estado grave de depresión, y comenzó a tomar más de la cuenta cada noche. Mi primer golpe fue cuando tenía 15 años, me había tropezado y caído sobre la alfombra, y accidentalmente mi pie chocó contra la mesa que contenía una botella casi vacía de cerveza. Mi Papá se enfureció tanto conmigo que me golpeó tan fuerte el brazo que me lo fracturó. Supongo que le quedó gustando esa sensación de superioridad que sentía cuando me levantaba la mano, que siguió así cuando veía en mi cada pequeño error que cometía. Los daños a veces eran graves, por eso tomé clases de primer auxilio en mi escuela todo un mes. Allí aprendí y logré aprender a curar mis heridas yo sola, incluso fracturas de esta magnitud. Esta no sería la primera vez que mi padre me golpeaba, hasta romperme las costillas. Lo bueno es que estas se han curado bien, tan bien que casi ni se notaba que me las hubiera roto. 

Suspirando entrecortadamente, apreté las vendas y me acosté en el incómodo y desgastado colchón que tenía. Papá no tenía dinero para comprar nuevos, ya que cuando ganaba dinero se iba a emborrachar de los mejores licores que existen, y de vez en cuando trae comida. Me cubrí hasta la cabeza con las finas y frías sábanas de algodón, y, tiritando de frío, me quedé dormida....

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¡PRIMER CAPÍTULO! kshsnshs espero que les guste (:

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