EXTRA: Especial de Navidad

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Navidad... una fecha llena de celebración, reuniones con amigos, tiempo en familia... a menos que seas Adrien Agreste.

Las vacaciones de Navidad ya habían comenzado, pero ¿Servía de algo? Su padre ni siquiera lo dejaba salir de su casa o recibir visitas. Tampoco podía distraerse con sus clases extra curriculares, ya que también le habían dado un "descanso" de ellas por las fiestas. Y ver a su hijo no parecía formar parte de la agenda de Gabriel Agreste. ¿Sería también así en Año Nuevo? Esperaba profundamente que no, pero sabía que lo más probable era que así fuera. Lo peor de todo era que tenía demasiado tiempo para sí mismo, para estar a solas con sus pensamientos y recuerdos, que no hacían más que afligirlo.

¿Dónde estaba su padre? ¿Por qué no estaba con él? Los dos estaban tratando de sobrellevar la primera ausencia en las fiestas de la Señora Agreste, no sólo uno de ellos. Su madre amaba esta época del año... Necesitaba a su padre, necesitaba saber que no era el único que sufría. Si tan solo Gabriel lo dejara acercarse... las cosas serían diferentes. ¿Qué se suponía que haría ahora? Quería salir de su casa, pero le estaba prohibido. Justo en ese momento deseaba irse de ese lugar más que nunca; las luces, el árbol, las decoraciones... todo era tan frío, tan falso, tan carente de significado. Lo odiaba.

Suspiró y sacudió su cabeza, tratando de alejar esos pensamientos, al menos por un rato. Bajó a su gran cocina a prepararse un sándwich y por algo de ese apestoso queso para Plagg. Apenas eran las 4 de la tarde.

—Hey, chico ¿Estás bien?— le preguntó Plagg a medio camino. Era obvio que el modelo no estaba bien; tenía tensa la mandíbula, los puños cerrados y caminaba con paso furioso, sin embargo, en sus ojos se notaba que en cualquier momento podía echarse a llorar. No pudo aguantarlo más.

—¡Plagg, transfórmame!

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En casa de los Dupain-Cheng el ambiente era de lo más festivo. La familia estaba terminando de decorar el árbol de Navidad, haciendo bromas tontas y cantando de vez en cuando.

—Vengo en un segundo— dijo la menor de la familia, subiendo a su habitación con la intención de llevar más adornos. Tikki parecía entretenerse fácilmente ayudando a la familia a escondidas, o solo observándolos, por lo que decidió quedarse. Marinette se sentía simplemente dichosa y afortunada por la familia que tenía. Decidió subir un segundo a su terraza, quería admirar un poco el lugar y tratar de mantener esa sensación de felicidad en el pecho un rato antes de volver a bajar para seguir decorando.

—Tienes una linda familia— casi se le paró el corazón a Marinette, se había llevado la mano al pecho y tenía los ojos como platos—. Lo siento, no era mi intención asustarte.

Marinette se sorprendió mucho al ver a Chat Noir en el techo consiguiente al suyo, pero le sorprendió aún más el tono decaído de su voz, nada común en él.

—No pasa nada— le ofreció una sonrisa amable, la cuál él le devolvió débilmente. Le costaba mucho admitirlo, pero le preocupaba ver a Chat Noir así, quería tratar de animarlo—¿Se puede saber qué hace el gran súper héroe de París, el galán y protagonista de los sueños de las adolescentes, el invencible Chat Noir viendo a una familia común y corriente decorar su casa?—Chat soltó una leve risa. Marinette había dado en el blanco: su ego.

—Solo patrullaba— le sonrío de una manera que habría derretido a cualquier chica, solo que Marinette no era cualquier chica. Con ayuda de su bastón fue al balcón de la azabache, quedando justo frente a ella. Peligrosamente cerca para Marinette, lo suficientemente cerca para Chat Noir —, pero ahora parece que tengo algo más interesante que hacer—Sonriendo, ella dio un paso atrás—. Por cierto, ya puedes agradecerme la vez que te salvé de Demoilustrador—a pesar del paso que había dado la chica, ambos seguían demasiado cerca.

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