BLACK ROSE

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                                                         PROLOGO

Un encorvado y escuálido hombre corría a una gran velocidad sobre el terreno de piedra rocosa, con sus sucios pies descalzos, los cuales tenían heridas y alguna que otra ampolla. En su espalda tenía unas alas negras rotas y desplumadas, las cuales no servían para volar. Agarraba una lampara de aceite, pues le alumbraba el desolado y marchito lugar hacia donde se dirigía, el Inframundo. Un lugar siniestro y oscuro, donde todo lo que pisabas y mirabas, estaba marchito y dominado por las sombras. 

El hombre no tenía la vista de un ojo, y apenas tenía cuatro dientes alineados en la boca. Sus ropajes eran arrugados y ásperos, con unos pequeños agujeros. Esquivaba las piedras y arbustos sin hojas del camino, dándose prisa para subir la gran escalera que daba al gran trono de Lord Din Chaos. Tragó saliva antes de entrar y puso recta su espalda.

—Señor...—dijo con un ronco susurro.—Le traigo malas noticias.

El encapuchado se mantenía sentado en el trono de una manera amenazante, con los brazos reposados y el rostro oculto, el cuál se iluminó cuando bajó su capucha. Unos ojos oscuros, sin profundidad, aparecieron cubiertos por unas ligeras cejas claras. Su cabello largo y liso, le tapaba la cara, no obstante, no le ocultaba sus puntiagudas orejas de elfo. Una jugosa sonrisa se dibujó en sus finos labios y alzó la mirada hacia el desnutrido joven.

—Drawlyn, amigo mio...—comentó levemente.—¿Qué te trae por estas tierras?

—Me temo que nada bueno, mi señor.—hizo una espera pausada, respirando hondo.—La esfera...del Din Chaos...ha desaparecido.

La sonrisa del señor oscuro desapareció por completo.

—Explicate.—le obligó serio, sin ningun sentimiento en su rostro.

—Verá, he estado observando desde el inframundo y me temo que la esfera a caído en manos de un viejo amigo inmortal.—dijo con un pequeño temblor en sus manos.

El oscuro elfo se mostró preocupado y enfadado, se levantó del trono y con un caminar pausado, observó a su alrededor. Desolación, dolor, angustia, miedo, esos sentimientos le rozaron la piel. Se giró sobre él mismo y miró a Drawlyn.

—Es hora de emprender un viaje y darles una gratificante visita a mis amigos chupasangres...—comentó serio.—Es hora de que los inmortales, paguen por sus actos.

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