Capítulo Seis

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El reloj de pared daba las nueve cuando mi timbre sonó por segunda vez. A pesar de que no era  una cita, sólo una oportunidad de adquirir baldosas a precio de descuento, me probé y descarté varios trajes, hasta que una montaña de ropa estaba puesta donde mi cama debía estar. Cerré la puerta de mi habitación para cubrir el caos, luego me apresuré hacia la puerta.

Abrí mi puerta de enfrente, luego sentí una inesperada sacudida atravesándome el pecho cuando esos hipnotizantes ojos de Louis me devolvieron la mirada. — H... Hola.

—   Hola. — Él curvó la boca y me entregó lo que parecía una botella muy cara de vino. — Para tu tradición de vino todas las noches en tu muelle.

Me mordí el labio inferior, cuando vi que se recordó de mi rutina favorita. — Excepto por que no he estado debido a la semana de citas.

Me guiñó un ojo. — Tal vez sea hora de que vuelvas a la pista.

—   Mi vida está perfectamente en la pista. — No. Todo sobre Louis había tirado mi mundo completamente fuera de pista. Pero su llegada era puramente platónica y había traído una botella de vino, así que, ¿qué tan grosero sería no ofrecerle un poco? — Gracias por el vino. ¿Debería conseguirnos unas copas?

—   Suena perfecto. — Él me siguió hasta la cocina, dejó caer un pequeño bolso negro en el mostrador y luego inspeccionó la cocina y la sala de estar, dado a que era un espacio abierto. — Me gusta tu casa.

—   Gracias. — Quería mi espacio abierto y techos abovedados, pero mis ojos se concentraron en todo el trabajo que había que hacer... nuevos artefactos de iluminación, pisos de madera que    necesitaban renovación de acabado y sobre todo las barreras expuestas que necesitaban texturizarse y pintarse. — Estará aún mejor  después de este fin de   semana.

Él sonrió. — Cierto. El trabajo gratis.

—   Exactamente. — Abrí uno de los armarios, saqué dos copas de vino y luego abrí un cajón buscando el destapa corchos para el vino. — Debe ser difícil vivir en un hotel. ¿Estás buscando tu propia casa?

Su rostro registró una extraña mirada. — Me siento cómodo por ahora.

—   Pero no se puede tener una vida hogareña en un hotel, incluso en uno tan bonito como El Geoffries. — Giré el tornillo en el corcho marrón. — Y tiene que ser caro. Espero que te estén dando un descuento de empleado.

Él abrió la boca como para decir algo, pero debió haber cambiado de opinión porque la cerró, esperó unos segundos y luego se encogió de hombros. — Es asequible.

Su tono sugería que estaba ocultando algo, pero yo no quería entrometerme. Además, estaba teniendo problemas para conseguir que el corcho saliera, de manera que tomaba toda mi concentración. Jalaba y jalaba en  vano.

—   Déjame hacerlo. — Louis bajó alrededor del mostrador y se puso detrás de mí. Pero en lugar de tomar  la botella, llegó alrededor  de mí y puso  sus manos sobre las  mías.

—   Olvidé que eres un profesional, — dije, apenas capaz de pronunciar las palabras ya que estaba tratando de no hiperventilar por la calidez de su barbilla contra mí y el delicioso aroma de su picante loción de afeitar  la que quería reprimir y mantener. — ¿Cuánto tiempo has   estado de barman?

—   No mucho. — Movió el corcho de la botella con un suave pop. — ¿Qué tipo de trabajo tienes?

Cometí el error de mirar detrás de mí, donde los magníficos ojos azules de Louis estaban fijos en  los míos y nuestras bocas estaban a meros centímetros de distancia. Mi estómago se volteó y tuve la fuerte necesidad de presionar mi boca contra la suya. En cambio, me hice a un lado. — Soy Gerente  de Recursos Humanos en Woodward Systems Corp en el centro.

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