10 de agosto
El robledal se balanceaba, como danzando movido por la brisa estival, El cielo estaba cubierto por pequeños cúmulos aquí y allá y las golondrinas revoloteaban entre los árboles y el atardecer. Mi dormitorio estaba iluminado por los rayos del último sol que se filtraban a través de los cristales de las ventanas. Tiré del cordón y bajé las persianas, era un lugar demasiado rústico para mí.
Un armario de madera caoba ocupaba la pared perpendicular a la puerta, de la misma madera, e impedía que esta se cerrara correctamente. Todo estaba desorganizado y tirando por cualquier lado, no me había molestado por guardar la mayoría de mis pertenencias, después de la mudanza. Tan solo mi ropa estaba colgada y ordenada dentro del ropero. El resto de mi dormitorio se componía por decenas de libros, de ciencia ficción en su mayoría, desparramados y amontonados en cualquier parte: encima del bargueño centenario que utilizaba como escritorio, otros sobre y debajo dela cama, también sobre la silla e incluso algunos en el suelo. También había un par de posters enrollados dentro de un viejo paragüero de plástico, probablemente en objeto más moderno de la casa. La maldita nueva casa.
Seguía haciendo calor, aún con las persianas bajadas, no tenía ventilador eléctrico así que no me quedaba más que aguantar. Un estruendo en el piso de abajo, lo típico, mi padre habría vuelto a tirar algo en alguno de sus descuidos, o tal vez habría sido a propósito, quien sabe, el caso es que no me importó y me tumbé sobre la cama.
Alargué el brazo perezosamente y agarré una revista cualquiera de la montaña de libros. En la portada posaba una modelo con mucho escote y una mirada penetrante. La contemplé por unos segundos y luego tiré la revista al suelo, desde luego no era mía, se habría mezclado con las de Lara durante la mudanza. Ya habían pasado unas semanas desde entonces, pero ninguno había hecho demasiado caso, llevábamos meses abstraídos de todo.
Miré al techo, con ojos vidriosos, no quería recordar. No debía. No podía permitirme llorar. Otro estruendo. Un portazo en la habitación contigua y un grito desesperado; Lara. Como buen hermano mayor debí haberme levantado para ir a consolarla, sin embargo yo no era un buen hermano mayor así que simplemente permanecí tirado en la cama, con los puños apretados, y todos los músculos de mi cuerpo en tensión.
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El Puente De La Media Noche
Mystery / ThrillerCristales rotos, disparos y cuchillos, venganza, amor y... un diario.