Es una noche de sábado. Los chicos del Françoise Dupont lucen sus mejores galas, por las que debieron de dejar de comer para usar; ya sea porque necesitaban el dinero o adelgazar, no importa. Tú, por otro lado, eres rica y delgada como el infierno, así que sigues con tu vida como si nada.
Desde hace una semana, hay cartas por todos lados. El lugar varía desde escritorios a mochilas a casilleros. Están en todas partes, pero ninguna es para ti. Nunca son para ti. Así que decides no dar lo que no has recibido.
Adrien es un caso, es el extremo opuesto pese a que vienen de lugares parecidos. Donde él es todo sonrisas amistosas, tú eres una bruja. Así que no debe sorprenderte que tu viejo mejor amigo reciba tantas invitaciones y tú no.
Siempre admiras cómo, a pesar de no estar interesado en ninguna de las cartas, se toma el tiempo de ir hacia la chica y decirle amable que no puede aceptar su invitación porque ya tiene novia pero que cualquier chico sería afortunado de ir con ella.
El muy... ugh.
Contemplaste un par de veces escribirle una tú misma, incluso hubieras ido a comprar una pluma fuente para escribirla. Pero tan rápido como llegaba la idea, la desechabas; te negabas a hacer el ridículo. No pensabas pararte frente a él y ofrecerle el mundo con palabras cuando él le ofrecía el universo a otra con los ojos.
Nadie sabrá cuánto deseaste que te mirara como la miraba a ella.
Eres consciente de que no era la culpa de Marinette ser tan perfecta, ella no te robó la oportunidad de estar con Adrien. Te saboteaste a ti misma con tu actitud, alejaste a la única persona que se interesaba por ti cuando levantaste los muros y pusiste espinas alrededor.
Ahora estás sola y no es culpa de nadie más que tuya.
Pudiste haber sido la razón por la que sus ojos brillaran, pudiste ser la invitación que él aceptara, pudiste ser la única persona en su mundo esa noche. Pero no lo eres porque desechaste tus oportunidades.
Fuiste estúpida al no aprovecharlas. Durante muchos tiempo, fuiste su único apoyo y sabes que él solía pensar el mundo de ti; ya tenías su cariño y no lo supiste convertir en otra cosa.
Casi podías tocar la felicidad con la punta de tus dedos y lo arruinaste. En vez de estirar el brazo un poco más, te alejaste y pensaste que Adrien se quedaría sólo porque eras su mejor amiga. Decidiste tirar tantos años de amistad a la basura y esperaste a que él estuviera esperando por ti cuando tomaras la decisión de volver.
Ahora lo ves bailar con otra mientras tú estás sola.
Huir demuestra ser más fácil de lo que crees; ni siquiera Sabrina está contigo. Apagas el teléfono y lo metes en el bolso de mano, y así sales del salón de la misma forma que entraste: sola.
A veces piensas que no has conocido otra cosa que la soledad, porque vagando por las calles de París en tu vestido azul eléctrico sin que nadie repare en ti, te das cuenta de que toda tu vida te has sentido como te sientes ahora.
Esta no es la noche que esperabas, vagas por la calle sin dirección con un vestido más caro que muchos autos que pasan junto a ti y un maquillaje del que una modelo profesional sentiría envidia. Y nunca te has sentido tan ridícula, como una niña en busca de atención.
«Mírame, soy Chloe Bourgeois. ¿Es que no me ves? Soy preciosa, ¿verdad, Adrien? ¿Adrien?».
Tus esfuerzos por arreglarte tanto, sólo parece un capricho infantil, y todo lo que te queda es la vergüenza, caliente y pesada e insoportable. Quieres huir a un lugar donde tu rostro no pueda ser reconocido y donde nadie sabrá el ridículo que hiciste.