Capítulo 1 - ¿Slytherin?

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Después de más de un mes aguantando a los Dursley, Harry no podía obviar ni la excitación ni los nervios que sentía en el interior de su pecho. ¡Iría a Hogwarts! ¡Un colegio donde se aprendía magia! Es decir, no la magia del tipo raro que llevaban siempre a los cumpleaños de Dudley, sino magia de verdad. Era de locos.

Además, Harry contaba con que ya conocía a una persona, al señorito Malfoy, con el que había coincidido en la tienda de túnicas. Un poco extravagante para el gusto del joven a decir verdad, pero así por lo menos no estaría tan solo en el tren que salía desde Londres con rumbo al colegio mágico. ¡Es que no se lo podía creer! ¡Un colegio mágico!

Más tarde, cuando subió al tren, intentó buscar a la cabellera plateada a la que había conocido con anterioridad, pero como pareció no verle, decidió meterse en un compartimento vacío; primero metió a Hedwig, y luego comenzó a empujar el baúl que parecía pesar veinte toneladas.

—¿Quieres que te eche una mano?— Era uno de los gemelos pelirrojos a los que había seguido a través de la barrera de los andenes.

—Sí, por favor—jadeó Harry.

—¡Eh, Fred! ¡Ven a ayudar!

Con la ayuda de los gemelos, el baúl finalmente quedó en la esquina del compartimento.

Harry, procuró quitarse el pelo sudado de los ojos, dejando a la vista su brillante cicatriz; los gemelos, sin dudar ni un segundo le preguntaron que qué era aquella marca.

El joven ojiverde se preguntaba que si cada vez que conociera a una persona actuarían de esta forma tan extraña, es decir, el era Harry, solo Harry, siempre había sido solo Harry.

Poco después de que el tren hubiese salido, la puerta de su compartimento se abrió, y dejó pasar al menor de los pelirrojos.

—¿Hay alguien sentado ahí?—dijo el muchacho señalando el sillón que estaba frente a él.

Este negó con la cabeza y el chico simplemente dejó sus cosas y se sentó.

No mucho más tarde, los gemelos volvieron a aparecer, para decirle a su hermano pequeño nosequé de una tarántula; para ser sinceros, Harry estaba demasiado ocupado mirando los verdes paisajes por la ventana. Los Dursley nunca lo habrían llevado a ver sitios como aquel. 

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la voz de alguien.

—Harry—dijo uno de los gemelos—, ¿te hemos dicho quienes somos? Fred y George Weasley. Y él es Ron, nuestro hermano.

Los gemelos salieron y cerraron la puerta.

—¿Eres realmente Harry Potter?—dejó escapar Ron.

Harry asintió.

—Oh... bien. Pensé que podría ser una de las bromas de Fred y George.—dijo Ron— Y... ¿Realmente hiciste eso? Ya sabes...

Señaló la frente de Harry.

El moreno se levantó el flequillo para señalarse la luminosa cicatriz. Ron la observó con atención.

No fue mucho después cuando ambos chicos conocieron a una joven; Hermione Granger había dicho que se llamaba; sin embargo, Harry se preocupó más por el hechizo que esta le había echado a sus gafas que por su nombre. ¿Toda la gente que atendería al colegio era así de extra?

Llegando a Hogwarts, la puerta del compartimento volvió a abrirse, pero esta vez no era el chico que buscaba a su sapo, ni los gemelos, ni siquiera Hermione Granger. Tres muchachos entraron por ella, y Harry pudo reconocer a Draco Malfoy, que se acercó hasta donde estaba él y miró a los otros dos acompañantes que le seguían como si de perritos falderos se tratase.

—Os había dicho que Harry Potter iba a venir a Hogwarts con nosotros.—dijo con un aire de superioridad que crispó, una pizca, los nervios de Harry.—Ellos son Crabbe y Goyle, y por si no recuerdas mi nombre, soy Malfoy, Draco Malfoy.

Una suave risa, casi disimulada con una mal fingida tos, proveniente de la boca de Ron, se escuchó en el compartimento. Esto pareció enfadar a Malfoy, que rápidamente encaró al pelirrojo.

—¿Te hace gracia mi nombre? ¿Es eso? No necesito preguntarte quién eres. Mi padre me dijo que todos los Weasley son pelirrojos, con pecas, y con más hijos de los que pueden mantener.

A Harry no le había hecho ni un poco de gracia que el rubio tratase así a un nuevo amigo suyo, y menos gracia le hizo cuando se giró hacia él y con un tono de advertencia le dijo:

—Muy pronto descubrirás que algunas familias de magos son mejores que otras, Potter. No querrás hacerte amigo de los de la clase indebida, ¿me equivoco?

—Creo que si hablé contigo en la tienda de túnicas y he hablado con Ron durante el trayecto, puedo hacer mis propios amigos, Malfoy, gracias.—contestó Harry con frialdad.

Malfoy no se ruborizó como tal, pero un tono rosado apareció en sus pálidas mejillas. Se dio la vuelta y salió sulfurado del compartimento, llevándose consigo a los dos que habían llegado con él y que ni siquiera habían dicho una sola palabra. ¿Podía un niño tener esbirros?

La Profesora McGonagall les había dicho que esperasen, que una vez que tuvieran la ceremonia lista les llamarían.

Harry tragó con dificultad y le preguntó a Ron que cómo se las apañarían para seleccionarlos.

—Creo que es con una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero seguro que era broma.

El ojiverde estaba realmente nervioso, él no sabía nada de magia, la gente esperaría que, después de haber derrotado a Quien-no-debe-ser-nombrado, supiera muchos hechizos, que conociera las reglas del tan famoso Quidditch.

Oficialmente, Harry había entrado en pánico, por lo que se puso a mirar a su alrededor, pero se calmó un poco al ver que todos (salvo Hermione Granger, que estaba recitando todos los hechizos que conocía) estaban tan histéricos como lo estaba él.

La selección había comenzado, Harry estaba un tanto abstraído y lo único que conseguía escuchar eran los nombres de las casas a los que el sombrero mandaban a los alumnos de primero. A Hermione la habían puesto en Gryffindor, igual que a Neville, el chico que perdió su sapo; a Malfoy le pusieron en Slytherin, justo como él había dicho cuando se habían encontrado por primera vez.

Cuando le llamaron, Harry empezó a escuchar preguntas sobre si realmente era él, y lo único que consiguió ver antes de ponerse el sombrero fue un montón de gente que estaba repentinamente atenta en la selección de casa del famoso niño que vivió.

—Mm—dijo una vocecilla en su oreja-. Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces, ¿dónde te pondré?

Lo único que Harry podía pensar en ese momento es en que no quería que el sombrero dijera que debía volver con los Dursley, y que se habían equivocado trayéndole a Hogwarts. Así que al escuchar la pregunta del sombrero simplemente pensó: "En cualquiera, no me hagas volver con ellos. Debo tener un hueco en Hogwarts."

—Mm... No quieres volver ¿eh?—murmuró la vocecilla—. Puedes ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en tu camino hacia la grandeza. No hay duda ¿verdad? Si tienes tan claro que no quieres volver a casa... Aplaudo tu determinación joven Potter, así que será mejor que vayas a

¡SLYTHERIN!

Harry oyó al sombrero decir esto a todo el comedor, así que se levantó y aturdido miró hacia la mesa de Slytherin, donde reconoció al chico rubio que asentía levemente con una sonrisa sobre los labios.

[Drarry] - ¡SLYTHERIN!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora