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Una y otra vez restregaba aquel trozo de tela contra la barra de forma inquieta, pero con una mirada sobre él no era exactamente como si se sintiera cómodo. Lanzaba pequeñas miradas por el local intentando localizar a la persona que lo observaba con tanto detenimiento, y lo encontró.

Hacía unas cuantas semanas un cliente nuevo llegó, solo que era distinto a los demás. Siempre se sentaba en la misma mesa y pedía un vaso de Vodka mientras observaba desde su puesto al pobre Yao, el joven que se encargaba de servir los tragos en el pequeño bar Butterfly que se encontraba en un rincón de Rusia.

Siempre sonriente, hombros anchos, nariz grande y rosada, cabello blanco algo desordenado y sobre todo, unos llamativos ojos violetas profundos y apagados, eran esos ojos los cuales siempre lo miraban con tanto recelo y esmero.

Yao evitaba todo contacto visual con el ruso, pero había veces en las que jugar con sus cabellos castaños agarrados en una coleta no ayudaba en nada.

Otro día de arduo trabajo terminado, terminó de limpiar en vaso en su mano y lo miró fijamente, la inquietud en su pecho era tan inusual, no quería sentirse así. El sonido de la campanilla de la entrada resonó por todo el sitio, sin despegar su vista del vaso Yao se sobresaltó un poco.

-Lo sentimos señor, pero ya cerramos...- Habló desinteresado sin subir la mirada.

-¿Ya? Es una lástima, yo solo quería tomar un vaso de Vodka- La voz profunda de aquel ruso rompió el silencio del local. Yao levantó la mirada encontrándose con los ojos apagados de aquel que lo acosaba hasta en sus pensamientos, se tensó y abrió la boca para decir alguna reclamación, pero las palabras no se formaron, en cambio una risa fue la que escuchó el chino- Era una pequeña broma, lo único que quería era hablar contigo, no es usual ver por aquí a personas como... Tú...- Se acercó a la barra y se apoyó sobro ella mientras miraba fijamente al asiático sin borrar su sonrisa.

-Yo... No sé como responder eso...- Apretó ligeramente el vaso contra su pecho, su garganta se secó repentinamente, necesitaba apartar su mirada, pero no podía, sentía como cada que lo intentaba aquellos ojos morados le volvían a atraer y a absorber dejándolo en un trance.

-Yo sé como, dime tu nombre.

-¿Mi nombre?- El más alto asintió- Yao, Wang Yao- Se encogió en su lugar y preguntó- ¿Y tu? ¿Cuál es tu nombre?

Suavizó su expresión y se alejó un poco- Algún día lo sabrás... Yao...- Murmuró caminando hacia la salida- Algún día...- Salió sin mencionar otra palabra.

Yao observó en silencio al joven irse, algo extrañado dejó en vaso en la barra.

-Que tipo más raro...- Su mirada se fijo nuevamente en el reloj, parecía que se movía más lento, algo extraño lo comenzó a envolver, llevó su mano a su mejilla dándose cuenta que estaba caliente.

Una semana entera había pasado desde la ultima vez que vio al ruso, no es como si le interesara-O eso quería creer- Después de todo era un simple cliente, solo otro más del montón de ebrios.

Aunque los constantes suspiros decían lo contrario, se sentó en un pequeño banco que había dentro de la barra.

El aburrimiento lo consumía, pero no podía quejarse, no tenía el derecho de quejarse, su deber era el proteger a su familia, a su hermano...

Una pequeña lágrima resbaló sobre su mejilla al recordar su hogar. Tan patético.

Desde hace años uno de sus hermanos estaba bajo una extraña enfermedad, nadie entendió el porque sus constantes ataques de alucinaciones, le acusaban de loco y desquiciado. Sin padres ni parientes que les pudieran ayudar, el chino tuvo que trabajar desde joven para poder tener bajo revisión a su hermano. Los problemas solo aumentaron, al cumplir la mayoría de edad tuvo que mudarse a Rusia, le habían despedido sin razón alguna y lo botaron de su casa.

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⏰ Última actualización: May 21, 2017 ⏰

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