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Otro día como otro cualquiera. El reloj marcaba las nueve de la mañana y tocaba abrir mi pequeño negocio. Era algo familiar, pero últimamente todos estaban muy ocupados para atenderlo.

Pero para mi no era un problema. Para nada. Me encantaba sentarme a esperar a los clientes que venían a por sus helados, y observar la librería que había en frente. Pero no eran los libros los que me llamaban la atención, si el que se encargaba de colocarlos y que se luciesen.

Según mi padre, su nombre era Dan y era el hijo de la antigua dependienta. Parecía más joven que yo, aunque desde mi puesto se veía bastante atractivo.

Nunca me atreví a hablar con él. Apenas me atrevía a cruzar la calle para ir a verle. Era algo tímido para esas cosas.  

Pero pienso que después de todo este tiempo intercambio miradas desde la distacia, estaría bien intecambiar ahora palabras.

Entonces fue cuando mi hermano entró por la puerta del local. Alguien vendría a ayudarme, por fin.

—¡Al fin! Pensé que nunca llegarías— me quejé intentado parecer estresado por el trabajo.

—¿De qué te quejas, Phil? ¡Tienes la tienda vacía!

—Me aburría de estar solo, ¿vale?— solté una carcajada y volví a sentarme donde estaba antes.

Mi hermano pasó a dejar sus cosas detrás del mostrador y mi vista volvio a la librería. Dan se encontraba arreglando los escaparates, cosa fundamental para atraer a la clientela.
Era el momento...

—¿Me suplantas un momento? Necesito que me dé el aire un poco. Llevo toda la mañana sin salir de aquí y sabes que me agobio facilmente.— pregunté mientras señalaba la puerta. Si le decía que iba a ir a una libreria no me creería y no me dejaría escaparme por unos minutillos.

Este asintió con la cabeza y me quité el delantal que llevaba. Salí del local y caminé hasta estar en frente de la libreria.

'Tú puedes hacerlo, Phil'

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