3.Gordura De Infancia

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Me aferré a mi secreto durante lo que me quedaba del turno en el hospital. Claro que a mamá sí pensaba contarle una vez llegar a casa, pero al abrir la puerta trasera me encontré con un zafarrancho en pleno desarrollo.

—No vas a usar mi suéter y punto final —gritaba mamá desde la cocina—. Tu blusa quedó muy bien.

Luego vi a Katy con la blusa puesta y el pelo recién lavado contemplándose con el ceño fruncido frente al espejo de la sala.

—¿Al fin te invitaron a la fiesta? —le pregunté.

—Sí —contestó con sequedad.

—¿Y por qué te arreglas con tanta anticipación?

—Voy a comer en casa de Marilyn antes.

Tiró un poco del escote de la blusa, el ceño aún fruncido y luego gritó en dirección a la cocina:

—¡Mamá, esta cosa se ve ridícula!

—Katy, no se ve ni tiene nada de ridículo —replicó mamá.

Mamá se dirigió al hall y observó también el reflejo de Katy en el espejo.

—Se te ve muy bien —dijo.

Por los dos platos que mamá tenía preparados en la cocina comprendí que la cena iba a ser ensalada. Mamá seguía, por ahora, tomándose su dieta en serio. Pero yo tenía hambre después de mi jornada de trabajo, así que me preparé un sándwich de mantequilla de maní como extra y bajé a comer en la sala. Comer frente al televisor es algo que solo se puede hacer cuando papá no está. Alcanzaba a oír a Katy ahora discutiendo respecto a la hora en la que debía regresar.

—¡Pero mamá, soy la única que tiene que estar de vuelta a las once y media!

Hasta que por fin se oyó un porrazo de la puerta de atrás. Me pregunté si se habría puesto el suéter de mamá o no. Katy por lo general se sale con la suya.

Poco después escuché la voz de mamá que descendía desde la cocina:

—¿Melany, te comiste tu ensalada?

—Sí, y también me hice un sándwich de mantequilla de maní.

—Muy bien.

Mamá no quiso bajar con su plato. No le gustan los programas que yo veo. Cuando terminé mi cena y subí a devolver el plato, ella estaba viendo televisión en el living.

—¿Vas a salir esta noche, Melany? —preguntó sin despegar los ojos de la pantalla.

—Sí. Rhona y yo vamos a ir a vespertina al Westway. Debo encontrarme con ella en veinte minutos.

—Bueno, que te diviertas.

Noté que no dijo nada respecto a qué hora debía volver a casa. Sabía que yo regresaría tan pronto terminara la película. ¿Qué otra cosa podía hacer? No es que quisiera que se armara la gorda en el momento en que cruzara la puerta, pero un poco de atención no hubiera estado de más, pensé.

Rhona me esperaba frente al cine. También estaban allí Valery y Paul y otros muchachos más del colegio. No dejaban de reírse y de hablar. ¿De qué demonios hablarán todo el tiempo?, me pregunté. Con el rabillo del ojo me puse a observar un rato a Valery en un intento por comprender qué es lo que hacía que todos los chicos babearan por ella de ese modo. ¿Acaso era porque siempre actuaba como si supiera a ciencia cierta que era la niña más bonita del vecindario? ¡Imagínense estar uno tan seguro de sí mismo! Supongo que, si ese es el caso, entonces no hay que preocuparse mucho por lo que dice o deja de decir. Podría pensarse que es posible decir cualquier cosa y que a todo el mundo le va a encantar.

Melany ( Historia De Una Anorexica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora