"Crisálida"

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Él omega batió sus pestañas delicadamente.

Sorprendido.

Y fue más que suficiente para que todo temblara bajo sus pies, fue suficiente para que la respiración se le fuera súbitamente, para que su corazón y la vida misma se detuviera solo un segundo para apreciarlo.
Fue suficiente ver él delicado aleteo de sus párpados, la mirada arrebatadoramente cristalina de sus ojos azules. Fue demasiado, en realidad. Sus instintos más bajos despertaron al mismo tiempo que se sentía anestesiado.

—Su excelencia, he aquí a su prometido, ¿Es de su íntimo agrado?.

—Padre.

Sonrío de manera diligente y tensa pero incapaz de apartar la mirada del Omega. El Emperador casi ronroneo arrogante al ver a su hijo con esa expresión bobalicona.

—¿A qué es bonito? No te puedes quejar.

—Y no lo puedo negar, es precioso.

El Emperador sonrió satisfecho. Palmeó el hombro de su hijo con fuerza y suspiró.

—Cuidado al tocarlo.—advirtió casualmente. Su hijo lo miró casi indignado.

—No soy un bruto salvaje, sé mantenerme en mis casillas, padre.

Sonaba casi enfadoso mientras trataba de ver de reojo lo mas discretamente posible a la delicada figura del Omega. El emperador se rió de su falta de discreción, en realidad, y en contra de lo que todos pensaban el Emperador adoraba a su unico hijo y es por ello que buscaba siempre lo mejor para él.

—No me refiería precisamente a eso. Es hipersensible, según entendí, puede leer pensamientos y sentimientos al tacto, a veces es demasiado para él y por eso existe una restricción. Solo ten cuidado.

La verdsd es que el joven no escuchó nada de lo que su padre estaba diciendo, porque su lobo lo estaba arrastrando al otro lado de la habitación.
Porque lo sabía, había un lazo fuerte e innecesariamente bien planteado entre ambos como para no notarlo. El Omega lo miraba fijamente como tratando de entender esa línea eléctrica que le impedía apartar sus ojos de el increíblemente apuesto Alfa, parecís curioso y ligeramente perturbado.
El Alfa más joven tragó saliva.

—No pienso tardar más, contraerán nupcias en unos momentos. Es lo mejor.

Seijūrō se giró a verlo desorientado. Casi gruñó de molestia pero alcanzó a morderse la lengua.

—¿Qué?

—Mientras más rápido se casen, lo impregnes y nazca él bebé mejor para mi, reafirmaré él dominio sobre Tergan. Esos malditos sacerdotes quieren convencerme de mi supuesto error. Idiotas—farfulló grueso y bajo, casi granuloso. Su aroma raspaba.

Seijūrõ prefirió ignorarlo.

—¿Siquiera puedo saber su nombre?

Fue un movimiento totalmente intencional aunque el tono sarcástico que se filtró por su voz reveló mucha de su inconformidad con la situación. Su padre se rió asperamente pero asintió, aceptando la reacción de su hijo.

–¿Por qué no vas a preguntárselo tu mismo?.

No tuvo que decirselo ni dos veces. Sus pies se movieron rápidamente por la habitación en busca del Omega que lo miraba con enormes ojos atónitos. Finalmente lo tuvo cerca, lo suficiente para casi desmayarse por el aroma natural colándose por su sistema, volviendo su sangre en un líquido caliente y oscuro.

—Hola.

El mundo desapareció cuando vió sus ojos hechos de cristales preciosos de cercar.

—Hola.

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2018 ⏰

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