Extra 3.

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          Me encontraba a la mitad de una cena romántica con Claudia, mi prometida. Una "cita fugaz" en un restaurante que a ella le encantaba. Todo había comenzado antes de terminar de trabajar, la Claudi me había mandado un mensaje diciéndome que la fuera a buscar para pasar unos minutos juntos o aunque sea una cena. Al principio se lo iba a negar, ya que había quedado con Jaime para unas clases de baile extra, porque no me salían unos pasos del demonio que yo encontraba innecesarios, pero él no. Al final acepté la propuesta de Claudia, necesitábamos tenernos el uno al otro, después de todo íbamos a casarnos.

          Aún me encontraba con mi ropa de trabajo, la corbata me estaba asfixiando (detestaba llevar algo apegado al cuello) y la chaqueta me incomodaba, demasiado rígida para mí; odiaba las reuniones y más cuando eran importantes y bastantes formales. A pesar de haber llegado a la casa de Claudia a la hora que ella me dijo mi prometida no se encontraba lista y más aún se demoró alagándome con sus típicas charlas de abuelita que decían: "Así se viste un caballero, un hombre que se respeta", agregándole las adulaciones por el trabajo que tenía, etcétera, lo de siempre. Mientras se arreglaba me conversaba de la moda de hoy en día, como se vestían las mujeres actuales y la típica crítica hacia los hombres fuera de nuestro estatus, con los pantalones rasgados, pircings, camisas mucho más grandes que su talla y pantalones a mitad de raja como preso ofreciéndose en cárcel. [1]

—Parece que se vistieran como mujeres, eso en definitiva está mal. El hombre debe saber vestirse con sus camisas de botones y corbatas bien ajustas. —Comentó mientras se alisaba el pelo. Ahora hacía referencia a los hombres que se estilizaban más de lo común.

          Resignado me senté en el sillón de la sala a esperar que la Claudi terminara de arreglarse, porque a pesar de que las charlas que teníamos eran de un tema para debatir, a mí no me gustaba mucho criticar a la gente, aunque en ocasiones ocurrían sus excepciones. Después de unos minutos iba a reclamarle a Claudia que se apurara, pero luego pensé por mi bien, casi nunca estábamos juntos y ella aún no se había quejado. Tenía que compensárselo, a pesar de que yo solo quisiera ir a bailar para sacarme el estrés de la reunión de encima.

          Como había dicho, odiaba lo formal, pero Claudia lo amaba. El restaurante era elegante, el piso se encontraba alfombrado y las paredes estaban pintadas de color crema con adornos negros, en cada mesa había una botella de vino y sus respectivas copas; todo era hermoso y caro, pero aun así no era lo mío.

          La cena se me hizo interminable, a causa de la reunión de la mañana había salido temprano del trabajo y como de este era solo ir a buscar a Claudia y venir para acá el tiempo me iba a sobrar, pero claro nunca conté con que mi prometida al llegar tuviera que arreglarse, ahora me encontraba ansioso y corto de tiempo. Había quedado con Jaime que lo vería un cuarto para las nueve y eran las ocho y media. Holyfuu concéntrate tienes a tú prometida en frente, aún así no paré de mirar la hora.

— ¿Desean algún postre? —Preguntó el mesero una vez que vio que terminábamos nuestros (desgraciadamente para mí) pequeños y caros platos.

—No, Gracias. —Respondí con cortesía— ¿Me trae la cuenta?

          Sabía que estaba siendo mal educado con Claudia, pero si ella dice a una hora no tenía que estar lista para otra. Sabiendo que yo no podría ir a dejarla mientras revisaba la hora me contacté con el chófer de Claudia para que la viniera a buscar.

— ¿Por qué la prisa? —Cuestionó.

—Te había comentado que había quedado con el profesor para una práctica extra de baile, y ya se me hizo tarde — Expliqué, notando un poco de sorpresa por parte de ella. Un Whatsapp llegó a mi celular, era del chófer de Claudia indicándome que se encontraba afuera—. Lamento no haberme podido quedar más tiempo, pero no quiero defraudarte con el vals matrimonial —Claudia me sonrió con dulzura.

          Una vez pagada la cuenta y fuera del local besé a Claudia en los labios para despedirme. En el transcurso del restaurante a la casa de adobe pensaba en que siempre nuestras citas terminaban así, con Claudia o yo con cosas que hacer, siempre terminadas abruptamente y a contra reloj, nunca terminadas en paz. No quise pensar más en eso, en cambio me puse a reflexionar sobre lo incómodo que sería bailar con la ropa que andaba trayendo puesta.


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[1] Acá en Chile la mayoría de los hombres ocupan los pantalones a mitad de poto, traste, raja (ustedes me entienden) por moda, pero la gente no sabe que en las cárceles andar con el pantalón a mitad de traste significa disponibilidad. En otras palabras significa que la persona que ande trayendo así los pantalones es el prostituto del lugar, y entre más abajo el pantalón, más disponible está.

Eh aquí el extra, debo darle las gracias a la personita que comento esta idea!! Recuerden que entre más gente comente en los caps menos tardare en subir, porque el cap 4 esta listo y para chuparse los dedos... pero como nadie comenta no lo subo hasta el 21 de enero.

Hasta la próxima!!

‡ The Last Dance ‡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora