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Recuerdo cuando saqué a jugar a mi perro, no te conocía y te mordió, era comprensible, ante desconocidos se sienten amenazados, así que solo actuó por instinto y yo lo reprendí. Tú aunque te dolió no estabas enojado.

Con el tiempo tú y él se hicieron grandes amigos, aún no lo comprendo, pero me alegre mucho, pero cuando mi perro se fue, fue otra historia, llore demasiado, no lo entendía, era solo una niña que no sabía del mundo.

Pero tú estaba ahí para apoyarme, me hacías reír cuando lo necesitaba, me ofrecías tu hombro para descargar todo el dolor de su partida y me comprendías ya que a ti también te dolió su perdida, aunque nunca lo demostraste, pero yo lo sabía.

Frank, como quise ser tan fuerte como tú lo eras.



-Anne.

Mejor AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora