Libertad Navideña

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Dic, 23. Año 2156, chile.

Las luces de los letreros brillaban demasiado para que mis ojos pudieran siquiera ver a un par de metros delante de mí.

El aire estaba caliente y me ahogaba con rapidez. Maldita fuera la navidad y su tumulto de gente en el centro de la cuidad.

Logre tomar un poco de aire al entrar a una tienda de lámparas demasiado luminosa, donde incluso los vendedores traen gafas de sol, cierro los ojos y tomo una bocanada de aire antes de volver a infernal calle. Bendita fuera la nieve por refrescarme la cara. Doblo en una esquina y entro a la única tienda por la que estoy aquí; Antigüedades.

Me pongo los guantes y gafas que la tienda te obliga a usar. Increíble, siglo XXII y aun debo usar guantes. Bueno, tampoco es que a mi país llegue la última tecnología, llegando solo la suficiente para no estar tan retrasados. Una delgada franja de tierra a la punta del mundo. Si estuviera en NorEuropa no tendría problemas como el de la calle porque todos se transportarían en los autos de vía magnética. País pobre.

Sigo caminando por la tienda entre libreros y pianos de un material oscuro, buscando el regalo de mi madre.

¿Por qué se celebra todo esto? En "Navidad" simplemente le dices a alguien lo que quieres y te lo dan. Solo una mera entrega sin siquiera una reunión. Gruño para mí mismo, por lo menos ya no celebramos cada año, para regalar cosas están los cumpleaños. Esa si es una celebración con sentido.

La tienda apesta a un olor extraño que nunca pude reconocer y me marea. Por fin encuentro el reloj que mi madre quiere, ingreso su código en la lámina de compra y ya está pagada. Cuando salgo de la tienda me escabullo en la masa de gente y llego rápidamente a las capsulas de transporte, ingreso el código de mi sector en la pantalla y no tardó mucho en llegar a mi casa, sacudiéndome la nieve al llegar.

Me tiro en mi cama luego de haber dejado mi "regalo" encima de mi escritorio. El olor de la tienda esta en mi ropa y en el paquete, impregnando mi habitación, haciéndome soltar un resoplo al recordar todas esas cosas viejas y amontonadas.

La verdad entendía a mi madre, ese lugar tenía cierto encanto. Era casi un milagro que esas cosas existieran después de las guerras, recuerdo unas clases de historia en la que nos contaban la devastación en medio oriente luego de la guerra contra el terrorismo, que de hecho había sido reducido a casi un desierto, pero que se había reducido a ese sector y algunas partes de E.E.U.U. y Europa no quedaron devastadas, solo con una baja de un par de edificios que no tardaron en reconstruirse, pero que el verdadero desastre había ocurrido con la cuarta guerra mundial (que nunca fue llamada como tal durante el conflicto), que había ocurrido mucho tiempo después y que habían sido ataques aislados y muy devastadores en África, Asia y América, jamás nos dijeron los motivos de esas guerras pero solo bastaba con saber lo terribles que habían sido. Y justamente por eso era una maravilla tener objetos del siglo XXI, como el reloj. Cuando pienso en la devastación de las guerras agradezco vivir en un país pequeño y no muy importante globalmente. Nadie se interesa en atacarte.

Me incorporo en la cama para sacarme la chaqueta que está ligeramente cubierta con nieve aun, aprovecho para levantarme completamente y observar el reloj; es dorado, un poco más pesado que cualquiera que hubiera tenido antes en las manos, tenía una decoración delicada, una rosa color bronce en una esquina, las manillas en un cuadrado y un pequeño espacio con la fecha que estaba absolutamente descalibrada. Bonito, seguro por eso mi madre lo quiere.

Me acuesto de nuevo en mi cama, con el traje de dormir. Ya no hay más que hacer así que solo me queda dormir, pongo la almohada me tapo, y es todo. La luz se apaga.

Libertad navideña (Relato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora