Capítulo 4

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¿Por qué? ¿Por qué está pasando de nuevo?

¡Un rechazo, una maldita ceremonia es suficiente!

La mujer se agitó en sus brazos, sus largas pestañas cepillando suavemente contra su piel impecable. Ella movió la cabeza, como si estuviera luchando por salir de la inconsciencia.

Dios... era hermosa, su cuerpo exuberante y suave, y su piel era perfecta lo hizo preguntarse si ella era toda suave.

Mía!

Justin la abrazó automáticamente mientras ella luchaba por salirse de su regazo. Su lobo aullaba, merodeaba sin descanso, y su cuerpo se estremecía mientras trataba de controlar su reacción a esta mujer. La quería con una intensidad que nunca había sentido con Lena. Y sentía un agarre en sus entrañas, una respuesta tan volátil, una necesidad tan intensa que sentía un gruñido elevándose por su garganta, amenazando con sofocarlo.

Mía! Necesito enterrarme dentro de ella, hacerla explotar, escucharla gritar mi nombre en el éxtasis.

-Joder, ¡no! - susurró con dureza, queriendo alejarla, pero necesitando tenerla cerca. La acercó más, sintiendo sus abundantes senos rozarse contra su pecho. No era suficiente. Lo que realmente necesitaba era frotarse contra ella, piel contra piel, marcándola como suya, de su propiedad. Necesitaba enterrar su polla profundamente en ella, satisfacerla completamente, que ella lo buscara constantemente, necesitándolo hasta que ella sintiera que se volvería loca sino lo tenía.

La forma en que me siento ahora mismo! Como un maldito monstruo verde de un solo ojo.

-Quítame las malditas manos de encima -, ella insistió mientras ahuecaba su mano en su trasero, acercándola.

¡Nunca!

¡Mía!

Justin luchó contra sus instintos, al escuchar la ira, pero también el miedo en su voz.

No puedo asustarla.

Protegerla. Velar por su seguridad. Comodidad.

Los instintos de apareamiento eran muy fuertes, forzándolo a soltar su agarre, sudor bajaba por su rostro debido a la lucha.

Inmediatamente ella se levantó de su regazo, él gimió en voz alta mientras su cabeza cayó hacia atrás contra el frío cuero del sofá. Tener su cuerpo arrancado del suyo era como si le arrancaran un pedazo de piel; era doloroso y lo dejó en carne viva.

Ella le miró con desconfianza, cautela. Y él lo odiaba. Sus ojos grises encendidos con furia, una emoción, que lo sorprendió y le encantó.

Mi mujer tiene fuego. Pasión.

Sus ojos sobre ella, codiciando cada centímetro de ella, su control en el filo del cuchillo, balanceándose precariamente.

Ella era perfecta. Él amaba todo de ella, desde su ronca voz a su feroz mirada echando chispas en su dirección a través de un par de espejuelos que la hacían ver como una furiosa, pequeña y adorable lechuza. Ella era inteligente, midiéndolo.

Mía!

El cuerpo de Justin se apretó, protestando ante la intensidad de la conexión con ella, a su necesidad de revelar su verdadera naturaleza. ¡Ahora! Era una compulsión imparable y una que no experimentó con Lena.

No dejare ir a esta mujer. No puedo. Ella me pertenece.

El problema era que tenía que estar de acuerdo.

Justin gruño.

La ceja se levantó desafiante mientras ella le preguntaba ¿Dónde diablos estoy? ¿Quién eres? ¿Porque estoy aquí?

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